Muchas vestiduras rompen estos días aquellos que se dicen escandalizados por la dictadura que imponen los mercados. ¿Para qué votamos a los partidos si luego nos gobiernan los mercados financieros? Buena pregunta para una viñeta, pero ¿que hacer si sospechas que alguien a quien has prestado va a tener dificultades para pagarte? No le das más crédito, y si puedes, intentas vender a otro esa deuda. Y eso si crees en la versión dulce y asumes que las reglas del mercado no están alteradas. Aun así, siempre hay algún fondo especulativo al que acusar de querer sacar partido. Y gracias, porque cuando ya ni los especuladores están dispuestos a jugársela, ocurre lo que primero ocurrió a Grecia y ahora a Portugal, que combinadas sus carencias con el escaso tamaño de sus mercados, nadie se mete. Esto acontece cuando el desequilibrio entre lo que puedes ganar y lo que arriesgas es tan grande, que ya solo el BCE está comprando su deuda. Es decir, que al final, la compramos todos.
Dice The Economist que es patético esconder la ignorancia detrás de las acusaciones a los hedge funds. Zona de encuentro entre compradores y vendedores. Eso es el mercado. Necesita de autoridades reguladoras, intermediarios y auditores. Pero también hay sinvergüenzas y ladrones. Cuanto más abundan estos últimos, más compradores y vendedores abandonan. Todo empieza por lo listos que se creen unos frente a otros. Los listos hacen trampas que los auditores no denuncian y de ello sacan provecho los reguladores, y al final, cuando el comercio se colapsa, llegan los observadores y nos dicen que aquello parece el Aventino tras el asesinato de Cesar. Visto desde el poder romano, una amenaza. Y entonces se denuncia a los mercados. ¿No querremos decir bancos cuando decimos mercados? ¿Y los auditores? ¿quienes auditan Cajasur? ¿Cómo es que llevamos dos años sin saber lo que ocurre en el sistema financiero europeo? ¿de donde salen los “agujeros” que aparecen tras las intervenciones? ¿se le habían escapado a auditores y reguladores? Quizá ocurra como en el chiste, que todos buscan donde queda luz, -empresas y familias-, sabiendo de sobra que la pérdida se ha producido más lejos. Pero claro, allí no hay luz. Ahora que hay poco negocio y ningún prestigio en la zona oscura, los saqueadores y sus cómplices acuden donde hay luz, se ponen de perfil, y someten a empresas y familias a la dictadura de un supuesto rigor que no quisieron ni quieren para si y sus amigos. Y los gobernantes, estúpidos, no persiguen a los banqueros ni a sus encubridores. Solo quieren seguir a salvo, a hombros de empresas y familias. Y salen los torpes y cobardes, y dicen que son los mercados. ¡Ya vale!
Dice The Economist que es patético esconder la ignorancia detrás de las acusaciones a los hedge funds. Zona de encuentro entre compradores y vendedores. Eso es el mercado. Necesita de autoridades reguladoras, intermediarios y auditores. Pero también hay sinvergüenzas y ladrones. Cuanto más abundan estos últimos, más compradores y vendedores abandonan. Todo empieza por lo listos que se creen unos frente a otros. Los listos hacen trampas que los auditores no denuncian y de ello sacan provecho los reguladores, y al final, cuando el comercio se colapsa, llegan los observadores y nos dicen que aquello parece el Aventino tras el asesinato de Cesar. Visto desde el poder romano, una amenaza. Y entonces se denuncia a los mercados. ¿No querremos decir bancos cuando decimos mercados? ¿Y los auditores? ¿quienes auditan Cajasur? ¿Cómo es que llevamos dos años sin saber lo que ocurre en el sistema financiero europeo? ¿de donde salen los “agujeros” que aparecen tras las intervenciones? ¿se le habían escapado a auditores y reguladores? Quizá ocurra como en el chiste, que todos buscan donde queda luz, -empresas y familias-, sabiendo de sobra que la pérdida se ha producido más lejos. Pero claro, allí no hay luz. Ahora que hay poco negocio y ningún prestigio en la zona oscura, los saqueadores y sus cómplices acuden donde hay luz, se ponen de perfil, y someten a empresas y familias a la dictadura de un supuesto rigor que no quisieron ni quieren para si y sus amigos. Y los gobernantes, estúpidos, no persiguen a los banqueros ni a sus encubridores. Solo quieren seguir a salvo, a hombros de empresas y familias. Y salen los torpes y cobardes, y dicen que son los mercados. ¡Ya vale!