Desde el
martes, el equivalente europeo a la reunión de Jackson Hole, adquirirá
una categoría distinta. Habrá quien hable del “Acuerdo de Sintra” o al menos del “Espíritu de Sintra”. En cualquier caso, las
aguas de los mercados bajan desde entonces más agitadas. Al par euro/dólar le han caído de pronto dos
figuras, y más importante aún, en los
mercados de bonos es fácil escuchar a sus protagonistas hablar del punto y
final de un ciclo alcista de 30 años en el precio de los bonos. Claro que si los del mercado de bonos hablan de semejante
fin de ciclo, los de bolsa levantan
de inmediato sus orejas, pues si hay una regla básica, es que cuando los bonos
ven subir su rentabilidad, las acciones inician su ruta en sentido contrario.
El caso es que la cumbre de banqueros centrales de esta semana en Sintra, ha
agitado el avispero y va a obligarnos a todos a darle alguna vuelta más a
nuestras convicciones y sus consecuencias.
Por lo
pronto, quién lanzó la piedra más lejos fue el Presidente del BCE, al afirmar que las fuerzas
deflacionistas estaban dejando su lugar a las reflacionistas. Para los que leen
en los posos de café, el italiano estaba anunciando que el tiempo de tipos
bajos llegaba a su fin, y solo hizo falta que el Gobernador del Banco de Inglaterra respirase por la
misma herida para que semejase que se aparecía un “Espíritu de Sintra”; el que
anuncia que los bancos centrales del mundo certifican el final de las políticas
ultraexpansivas y el inicio del ajuste de tipos que, hasta la fecha, ni
siquiera el mercado de bonos norteamericanos ha querido creer. Tal fue la
reacción, que desde el BCE hubieron de lanzarse a aclarar o matizar, según
quien opine, las palabras de su Presidente, asegurando que la política
expansiva continuaría mientras fuese preciso.
Un poco tarde, porque el genio había sido liberado y va a resultar
difícil devolverlo a la lámpara. Más aún, cuando en una confluencia que puede
aparentar orquestada, el Banco
Internacional de Pagos, finalizaba su reunión anual de hace unos días señalando a la inflación como
uno de los cuatro riesgos más importantes que afronta la
economía mundial. El tiempo donde los bancos centrales aseguraban mediante
palabras el comportamiento de los mercados –“y créanme, será suficiente”- puede
haber certificado su fin en Sintra, y va a hacer falta un esfuerzo enorme para
recuperar el tipo de respuesta que daban a ese otro espíritu del “forward guidance” que ha dominado los
años de la crisis.
Sin embargo,
cabe que las cosas no sean tan obvias. Que los bancos centrales se encuentren
para discutir y coordinarse, no significa que las cosas cambien mañana y
definitivamente. Hace mucho que los mercados incorporan toda la información en
sus cotizaciones más allá de cuál sea el horizonte temporal en que se sitúe su
ejecución y ahora no es tiempo de convicciones profundas, sino de no llegar
tarde a buscar refugio o valor según los casos. Tan fallidas pueden resultar
las apuestas como dudas puede haber sobre quiénes liderarán los bancos
centrales en un futuro próximo. Sobre la
Reserva Federal, está en
manos de Trump; sobre el BCE, la
próxima presidencia puede corresponder al actual Presidente del Bundesbank. ¡Como para hacer apuestas
firmes! A pesar de que el dólar aparente estar sentenciado a más debilidad
después de Sintra, la vuelta a la normalidad monetaria, irremediablemente
empieza por EE.UU., y es difícil que
sea simultánea porque no todos pueden vender títulos a la vez. Además, se
necesita una cautela extrema para no desencadenar una tempestad en todo tipo de
activos. Una cosa es predicar y otra dar trigo. El “Espíritu de Sintra” se
queda en la categoría de fantasma. Agita, asusta, pero es poco lo que cambia.
DE INTERÉS
n Fitch
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n La
deuda global en 217 billones de dólares, el 327% del PIB
mundial, según las últimas estimaciones de IIF
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