Desde el miércoles la Reserva Federal ha dejado de ser el único de los grandes bancos centrales en iniciar el camino de vuelta a la “normalización” de las políticas monetarias. El Banco de Canadá subía los tipos por primera vez en siete años en 25 pb hasta el 0,75% y como es natural, las aguas se agitaron y las preguntas normales pronto aparecieron: ¿Para cuándo la próxima subida? ¿Cuándo y quién será el siguiente? Han pasado 20 meses desde que la Reserva Federal elevó los tipos por primera vez, de modo que algo menos preocupados por tener respuesta a la primera pregunta y más preocupados por responder la segunda, en estos tiempos de algoritmos, si hemos de esperar 20 meses más por el siguiente nos pondremos a principios de 2019 y si hemos de especular con quién será el principal candidato de los tres bancos centrales que restan (BoJ, BoE y BCE), todas las apuestas apuntan al Banco Central Europeo. Claro que en otoño de 2019 finaliza el mandato de su actual Presidente y las runas apuntan a que será un alemán el que de relevo al italiano, recibido en noviembre de 2011 con toda clase de prevenciones por la prensa alemana, a la que para más inri, escandalizó con un recorte de tipos desde el 1.50% al 1.25% nada más llegar al cargo. Eran tiempos donde los países del sur de Europa representaban la peor de las amenazas, con niveles de déficit público desorbitados, deuda y desempleo disparados y la inflación amenazando con llevarse por delante el poder adquisitivo de los más modestos. Eran tiempos muy difíciles que mes tras mes iban a peor, con la prima de riesgo por las nubes y los mercados de valores perdiendo varios puntos porcentuales un día sí y otro también. Parecía que aquello tenía difícil arreglo, hasta que en julio de 2012 y con el euro a punto del colapso, el italiano pronunció aquella frase para la historia: “Haremos todo lo necesario para salvar al euro, y créanme, será suficiente”, y aquí estamos.
Salvo catástrofe impensable hoy, el
italiano dejará el cargo con el euro en nuestros bolsillos y su marcha desatará
todo tipo de alabanzas para un exbanquero al que los bien documentados han
relacionado siempre con el diseño del engaño griego en la deuda pública que
permitió al país acceder a la moneda única. El precio pagado es muy alto, pero
pudo haber sido mayor. Paradojas del destino, el supuesto arquitecto de la trampa que estuvo a punto
de llevarse por delante al euro resultó ser el arquitecto de su salvación. Pero
antes que el relevo en el BCE, corresponde lo mismo a la Reserva Federal. Cada
vez el ruido es mayor en cuanto a que el Presidente de los EE.UU. está
por el relevo. Será el 3 de febrero de 2018 cuando finalice el primer mandato
de la primera mujer al mando de la Reserva Federal y los posibles candidatos
(se señalan hasta seis) no ofrecen perfiles demasiado comunes: banqueros con
experiencia en la FED muy ligados al Partido Republicano, profesores de
universidad, conocidos economistas, y el más nombrado: el presidente del Consejo
Económico del Presidente, antiguo banquero en Goldman Sachs y el más
distanciado del mundo académico. Buena pareja para el Secretario del Tesoro
también exbanquero y productor de cine como CV previo al cargo. Contado de este
modo, resulta difícil defender que el dólar pueda apreciarse. Más allá de
posibles shocks por conflictos geopolíticos, en lo fundamental queda la
política fiscal expansiva prometida por el Presidente norteamericano como
potenciador de un cambio de sentimiento entre una comunidad de inversores convencidos
a día de hoy de que su apuesta por el euro y no por el dólar es
la correcta. En estos tiempos, donde más se cumple que todo se incorpora en las
cotizaciones, lo que haya de ocurrir por muy lejano que sea, se descuenta. Es
también por eso que se nos hace difícil que puedan descontarse mejores mundos
para el euro.
n Menos
incertidumbre y bajos salarios reducen el ahorro de las familias españolas a la mitad
que en 2009
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