lunes, 29 de mayo de 2017

SE ESTÁ ACERCANDO



Si hay un argumento esencial en la explicación del cambio de opinión que está teniendo lugar estos días sobre la evolución del dólar es la política. La resolución de la incógnita francesa y el poco temor que despiertan las elecciones alemanas, se contrapone al debate cada vez más agitado, sobre todo en la prensa norteamericana, acerca de las posibilidades de un juicio político al actual presidente, destinado a su destitución. La balanza de la incertidumbre política se vuelca del lado norteamericano y pocos quieren recordar ya el sorprendente entusiasmo con el que recibieron al nuevo presidente sin que ni siquiera estuviese claro quién conformaría su Administración. Cuatro meses después,  responsables diplomáticos y ministeriales del resto del mundo denuncian lo que consideran el caos de esta Administración.  No es extraño que empiece a ser frecuente escuchar a líderes económicos, a condición de hablar off the record, pronunciarse con convicción acerca de un final próximo del actual mandatario norteamericano.  En ámbitos políticos y diplomáticos  no se comparte con igual entusiasmo esa opinión, pero el debate ya se ha instalado y nada apunta a que la ola que se ha levantado vaya a dejar de crecer. Con los antecedentes del actual presidente, va a ser muy difícil que se apague pronto el incendio iniciado con la destitución del director del FBI. Los medios norteamericanos dan mucha importancia al papel del recientemente nombrado investigador especial para analizar la interferencia rusa en las elecciones, pero sobre todo lo que concluya sobre la posible obstrucción a la justicia del presidente.  

Si la balanza política parece claramente reasignar la incertidumbre en el lado norteamericano, en la económica hay suficientes elementos de duda en ambos lados como para que esta se incline dependiendo del dato que se publique o de la opinión que expresen, sobre todo, los responsables de los bancos centrales. A día de hoy, Europa está sorprendiendo de forma positiva en sus indicadores, mientras que en EE.UU. ocurre lo contrario, a la par que la Reserva Federal manifiesta que la actividad económica se recuperará tras un primer trimestre de crecimiento moderado, y en el BCE se deja entrar, no sin el reparo de algunos de sus miembros  -sobre todo del presidente-, la idea de que el tiempo de la política expansiva está próximo a finalizar.   Coincide todo esto en un momento donde los analistas técnicos consideran que los valores del par euro/dólar están zona crítica, y como consecuencia las alarmas se activan en todas las tesorerías. ¿Cómo es posible pasar del entusiasmo despertado hace seis meses a la incertidumbre actual? Y sobre todo ¿continuará?


La política domina la escena y así seguirá. Lo de EE.UU. resulta más evidente, pero no olvidemos que en Europa se está a la espera del momento de su refundación en lo que con pocas dudas parece destinarnos a un modelo de integración en dos velocidades, la de los que van al ritmo actual y la de aquellos dispuestos a acelerar el paso. Antes hemos de ver cómo responde una dividida sociedad francesa a las medidas de reforma del nuevo gobierno, hemos de  esperar por Italia donde el debate acerca del euro sigue ocupando espacio, y ver como en España se resuelve la crisis en el PSOE tras el resultado de sus primarias. Si sumamos a ello que los grandes jugadores se han ido deshaciendo a lo largo de muchas semanas de sus posiciones en dólar, podemos concluir que estamos cerca de la capitulación de los demás jugadores, momento a partir del cual las grandes manos que usualmente lideran las tendencias volverán su atención a un dólar que considerarán débil, arrastrando tras de sí a los demás.  Difícil saber dónde está ese nivel, pero se está acercando y es algo que ha de resolverse en no demasiadas sesiones.  


n  Dos artículos de interés sobre el  impeachment: Vayamos despacio (WP) y La crisis nerviosa (PS)
n  La corona sueca vive su peor semana en siete meses. ¿Son los robots culpables?  (requiere password)


MUCHO POR REFUNDAR



Cuando este verano se cumplan diez años desde que los primeros síntomas de la crisis activaron las políticas monetarias ultraexpansivas, solo la Reserva Federal estará discurriendo por las fases iniciales de un camino de vuelta que ellos mismos aventuran largo. El español que durante ocho años formó parte del Comité Ejecutivo del BCE, afirmaba el viernes que no será hasta finales de 2018 cuando el BCE inicie ese camino elevando los tipos de interés.  Según él, en junio se empezará a avisar del fin de los estímulos, desde otoño reducirá las compras de títulos hasta finales de 2018 y entonces procederá a elevar los tipos. El aviso, sorprendente por lo concreto, alcanza a todos, pero tiene como destinatario principal a los bancos, a los que restaría ese periodo para preparar la desaparición de las ayudas.

¿Podemos creer el pronóstico? Las dificultades para resolver la crisis del Banco Popular ya sea mediante su absorción por otra entidad o mediante el recurso al mercado, es un ejemplo de las dificultades de los bancos para alimentar sus cuentas de resultados con aquello que les es propio, el negocio financiero. Mientras el BCE mantenga el tipo con el que carga sus depósitos, la rentabilidad tardará en aparecer. Si los resultados no vienen por el negocio, las exigencias de capital habrán de cubrirse recurriendo al mercado, justo al mismo lugar donde los bancos centrales, abandonando su papel de compradores, pasarán, siquiera tímidamente, a vender papel, concurriendo con los bancos privados que precisan reforzar su capital. Solo los cuatro principales bancos centrales (EE.UU. R.U, Japón y EZ) acumulan 14 billones de activos financieros, cifra cercana al PIB norteamericano. Muy lentas habrán de ser las ventas si no quiere correrse el riesgo de que lo que ahora aparenta el mar de la tranquilidad, -mínimos históricos de volatilidad y máximos históricos de bonos y acciones-, mute en desbandada que se lleve por delante los esfuerzos de una década, que si bien evitó la depresión, deja una sociedad occidental en retroceso en muchos ámbitos, incluidos los valores asociados a las democracias liberales de economía de mercado.  Los datos hablan. En 2004 las economías desarrolladas contabilizaban el 54% del PIB mundial.  Ahora el 60% procede de las emergentes. En 1995 el PIB del G7 duplicaba a las siete emergentes más importantes. Si atendemos a los estudios, en 2040 será al revés.  En el año 2000, las reservas de divisa eran de 1.16 billones en los desarrollados por 0.66 billones de las emergentes. En 2015, 3.98 billones en los primeros por 7.52 de los segundos. La tendencia es clara, y es que el orden establecido en base al que solemos interpretar en Occidente lo que observamos, está mutando. Lo hace en lo económico, pero también en lo político, donde los ciudadanos parecen cada vez más dispuestos al canje de libertad por promesas de seguridad. Han empezado británicos y norteamericanos, pero es en Europa donde los principales factores de riesgo, envejecimiento y crisis del estado de bienestar,  son comparativamente mayores.  Es posible que en base a las actuales consideraciones políticas, el dólar aparente más vulnerable, pero cabe preguntarse si no es más frágil a medio plazo la exposición de Europa.

Como ocurrió hace 10 años, norteamericanos y británicos van por delante, pero,  puede ser Europa donde se acuse con más intensidad. ¿No es acaso muy arriesgado pensar en una pronta normalización monetaria poniendo en el centro a los bancos, cuando países como Francia ni siquiera han iniciado su programa de reformas? Quizá la debilidad del euro se extienda más allá de donde ahora pensamos. Al fin y al cabo el actual presidente norteamericano puede ser pronto parte de la historia, mientras que en Europa queda mucho por refundar.  


n  ¡Asombroso! El G7 se compromete a luchar contra el proteccionismo.
n  El asesor comercial de Trump desconoce que en la UE solo se cierran acuerdos comerciales en conjunto.


lunes, 15 de mayo de 2017

DEMASIADA CALMA PARA TANTAS INCÓGNITAS


Ya pueden incomodar lo que quieran los euroescépticos al Presidente del BCE en sus visitas parlamentarias por la eurozona, que más allá de mostrarse visiblemente molesto por las preguntas de los sectores más críticos con las políticas de expansión monetaria, no duda en responder con firmeza cuando es interrogado acerca de la posibilidad de que un país abandone la eurozona: “El euro es irrevocable. Ese es el Tratado y no voy a especular sobre algo que no tiene fundamento”.  Ocurrió estos días en lo que resultó ser una incómoda visita de dos horas al Parlamento holandés, donde hubo de defenderse de acusaciones de poca trasparencia, de poner en peligro el dinero de los ahorradores, o de romper los Tratados de la EU con sus políticas de estímulo. 

La vida no aparenta tan agitada para el Gobernador del Banco de Inglaterra, al que nadie pregunta por la supervivencia de la libra, pero que se ha visto obligado a reconocer el excesivo optimismo de sus previsiones de crecimiento en lo que va de año, aunque para demostrar que confía, manifiesta su creencia en que un Brexit suave permitirá subir los tipos de interés en los próximos tres años.  No se hace un gran favor con tal afirmación, porque de cómo será el Brexit tiene la misma idea que la actual Primer Ministro, es decir, ninguna. A pesar de eso, la libra apenas se inmuta. En Japón, su banco central no ve llegado el momento en el que sus políticas funcionen, sin que eso ensombrezca el papel de divisa refugio que en tiempos de tormenta representa el yen, mientras que en China, intentan a través de incrementar gradualmente los tipos de interés, dificultar el acceso a la financiación y contener el riesgo del posible estallido de burbujas. Lo de EE.UU. es más conocido. Inmerso en las primeras fases del proceso de normalización de su política monetaria, no es posible saber a estas alturas hasta donde llegará su política arancelaria, su política fiscal, o su política exterior. 

Pues bien, a pesar de que el euro pueda estar en cuestión, de que los británicos no saben adónde les llevará el Brexit, de que los japoneses no den con la forma de salir de una situación de estancamiento crónica en la que llevan lo que parece un tiempo inmemorial, de que en China traten de desinflar una burbuja de crédito que ha servido para mantener un ritmo de crecimiento que solo es explicable en un régimen de partido único, y de que en EE.UU. esté al mando alguien que confía en que el proteccionismo será el que devuelva los puestos de trabajo perdidos a consecuencia del progreso tecnológico, en los mercados financieros, la complacencia es tal que aquellos índices que habrían de advertirnos de los peligros de la inconsistencia y de los riegos de la complacencia, se encuentran en sus valores mínimos de 23 años si tomamos como referencia el llamado índice del miedo –el VIX-y en mínimos de cinco años si nos atenemos a la volatilidad de los mercados de divisas. 


¿Continuará esta complacencia? Los mercados confían en que los estímulos fiscales en EE.UU. y los monetarios en Japón, Europa y China continúen dando soporte a la situación actual, pero llegará el momento en el que esta actitud de esperar y ver concluirá,  y las tensiones propias de la dificultad de acompasar el ajuste que precisa cada una de estas áreas provoque un incremento de la volatilidad. ¿Necesitará EE.UU. acelerar su alza de tipos? ¿Llevará a cabo Europa las reformas estructurales que el BCE demanda? ¿Conseguirá China desinflar su burbuja de crédito? ¿Pondrá Japón fin a su política monetaria expansiva? Demasiadas incógnitas para dar por buena la actual complacencia.  

jueves, 4 de mayo de 2017

EL JUEGO CONTINUA





Lo contrafactual, término al que recurrimos cuando ante una disyuntiva que se aventura crítica, el resultado cae del lado previsto y nos perdona el escenario alternativo cuyas consecuencias imaginamos muy diferentes a las del acontecimiento fáctico. Con las encuestas bajo sospecha, es obligado desconfiar, y de ahí el alivio cuando lo factual coincide con lo previsto. El euro, que ya todo el mundo sabe que tiene un futuro que exige un enorme esfuerzo de compromiso político para sobrevivir, salva con el resultado de esta primera ronda presidencial francesa,  una bola de partido y puede seguir jugando. Proyecto político inconcluso, la política tiene que consolidarlo o la política lo destruirá. Del mismo modo que sociedades democráticas avanzadas han llegado a aceptar,  con aparente normalidad,  la reaparición de la xenofobia organizada y de la demagogia populista como movimientos políticos con capacidad de alcanzar el gobierno, cada vez es más aceptado que el euro, único elemento que visualiza para los ciudadanos de toda condición el sueño de una Europa sin fronteras, es cada vez menos el tótem irreversible que durante un tiempo se consideró, para ser el elemento en el que seguir anclando ese sueño.
Los ataques sobre el euro de los populismos radican en el conocimiento cierto de su vulnerabilidad, acentuada por la desconfianza alemana y por lo frágil del contrapeso francés, reiterado a lo largo de la historia del euro y en particular con ocasión de la estrecha victoria del “si” en el referéndum sobre el Tratado de Maastricht en 1992 y con la igualmente estrecha victoria del “no” que en mayo de 2005 enterró el proyecto de Constitución Europea.  Nunca entendido desde los EE.UU. donde el concepto de Europa no logra arraigar, y no solo en las estrechas mentes de los neomercantilistas que habitan en la actual administración republicana, sino en las mentes supuestamente mejor amuebladas de economistas de derechas y de izquierdas que pueblan un universo intelectual norteamericano y que cuestionan el euro, incluso para llegar a considerarlo como una amenaza para el futuro de Europa.  Es lo que defiende en su última obra el nobel Stiglizt, cuyos puntos de vista fueron enfrentados por el que fue Comisario Europeo de Competencia en un debate que tuvo lugar hace unos meses con ocasión de la presentación de la obra en Madrid y que sirvió para poner de manifiesto que las aparentes discrepancias no son tales si se deja espacio para que la voluntad política cierre las brechas que desde su creación acompañan al euro. La fatiga por el esfuerzo de cerrarlas es la amenaza para uno y la tarea pendiente para otro. Contando entre poco y nada con una Administración norteamericana que entiende el devenir del comercio internacional alejado de cualquier multilateralismo y centrado en un bilateralismo de corte mercantilista propio del siglo XIX y que considera los desequilibrios comerciales entre países como una anomalía grave a corregir, el futuro del euro es algo exclusivamente europeo, y ha de ser la política europea la que lo salve o la que lo entierre. Está todavía lejos de sostenerse por sí sola la moneda europea, que se juega todo en estas elecciones presidenciales francesas.

Llegarán después otras citas electorales, Italia, Alemania,… pero es Francia el contrapeso a una posición alemana remisa a aprovechar su enorme superávit por cuenta corriente para adoptar el papel de gran locomotora de la demanda agregada de la eurozona, condenado las expectativas de una parte importante de la población europea que se aleja a una velocidad preocupante de las posiciones políticas que han sido la base del progreso europeo que siguió a la IIGM. Salvada esta bola de partido, lo celebrará el euro, pero el juego continúa.