Lo que ayer despertó el mini sismo que afectó sobre todo al oro, y que según las crónicas registraba su “mayor descenso en un día desde 2008” fue, aparentemente, la coincidencia de dos datos calificados de excelentes de la economía norteamericana. A saber, pedidos de bienes duraderos (inversión) y precios de viviendas, (crédito y confianza) superando ambos con mucho los pronósticos. Hasta la rentabilidad de los bonos del Tesoro USA subió, (10 pb el tipo a 10 años), algo que en medio de un ambiente deflacionista nos dice que hasta los mas pesimistas tienen accesos de entusiasmo: “hasta en el camino a la muerte hay ráfagas de vida que te hacen sentir mucho mejor” señalaba un estratega que gestiona una cartera de 22.000 millones.
Pero incluso en días de moderado entusiasmo como ayer, el estratega, como casi todos, tiene obligación de atender a lo que el viernes, en Jackson Hole, pueda anunciar el Presidente de la FED. Como son tiempos de sorpresa –véase España- no se puede decir que no, pero especular con una QE3, cuando la QE2 está recién terminada y con dudoso resultado, no es propio de quien quiera ser considerado. No hay mucho ya que hacer en política monetaria, salvo trucos, que de eso se trata, pero mientras llega el momento en el que el BCE induce cambios en las expectativas de tipos, y eso -esperemos- induzca también algo de debilidad al euro, bien está que tengamos alguna que otra tarde como la de ayer.
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