miércoles, 26 de julio de 2017

LO QUE SE TRATA DE AVERIGUAR


No es que el FMI haya sido muy laxo en su análisis de la economía norteamericana, que no lo ha sido, pero ya pueden dar gracias los exportadores norteamericanos al “desastre con piernas” que hace las veces de presidente, porque de otro modo, vaya a saber usted donde estaría cotizando ahora el dólar. Cierto es que el FMI hace tiempo que comulga poco con los postulados asociados tradicionalmente al liberalismo, pero en el informe que acaba de publicar, le da un muy serio varapalo al proyecto europeo, justo cuando se están cumpliendo cinco años de aquella famosa frase: “haremos lo preciso para salvar el euro y créanme…”. A los inversores les está dando lo mismo, y hacen oídos sordos a cualquier cosa que no encaje con su esquema apriorístico de que en Europa todo va bien, que va, pero dígalo o no el FMI, que lo dice, los retos de la eurozona son de los de enorme magnitud. Tanto como para que hable de serios desafíos para la Unión Europea.  

Advierte el FMI que a corto plazo todo parece equilibrado y tranquilo en Europa, pero no está igual de complaciente mirando un poco más allá. Además de lo de siempre, léase: reformas, colchones fiscales de los más endeudados y gasto de los que menos, etc…da un repaso a la situación europea como para preocuparse, si es que hay ganas de hacerlo, que parece que no. Empieza por decir el saneamiento de la banca continúa pendiente, que apenas hay nada a lo que agarrarse si vienen mal dadas, que más le vale al BCE no levantar el pie del acelerador monetario, y que hace falta ya un presupuesto común. 

Muy resumido, un lector no necesariamente enemigo del euro, diría que vale, que en EE.UU. el crecimiento del 4% que de media prometió el que hace de presidente, no será posible de ningún modo, y eso que apenas acaba de empezar a mandar, pero, ¡anda que no hay camino por recorrer en Europa antes de que el FMI deje de emborronar el futuro de la eurozona con sus oscuras advertencias!  Francia ni ha empezado, e Italia ni ha llegado. Alemania no se fía y el BCE puede ser pronto dirigido por un alemán. Pero esto ahora no importa, aunque claro que importará. ¿Cuándo? Es lo que se trata de averiguar.

DESTACADOS
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lunes, 17 de julio de 2017

¿UN MUNDO MEJOR PARA EURO?



Desde el miércoles la Reserva Federal ha dejado de ser el único de los grandes bancos centrales en iniciar el camino de vuelta a la “normalización” de las políticas monetarias. El Banco de Canadá subía los tipos por primera vez en siete años en 25 pb hasta el 0,75% y como es natural, las aguas se agitaron y las preguntas normales pronto aparecieron: ¿Para cuándo la próxima subida? ¿Cuándo y quién será el siguiente? Han pasado 20 meses desde que la Reserva Federal elevó los tipos por primera vez, de modo que algo menos preocupados por tener respuesta a la primera pregunta y más preocupados por responder la segunda, en estos tiempos de algoritmos, si hemos de esperar 20 meses más por el siguiente nos pondremos a principios de 2019 y si hemos de especular con quién será el principal candidato de los tres bancos centrales que restan (BoJ, BoE y BCE), todas las apuestas apuntan al Banco Central Europeo. Claro que en otoño de 2019 finaliza el mandato de su actual Presidente y las runas apuntan a que será un alemán el que de relevo al italiano, recibido en noviembre de 2011 con toda clase de prevenciones por la prensa alemana, a la que para más inri, escandalizó con un recorte de tipos desde el 1.50% al 1.25% nada más llegar al cargo. Eran tiempos donde los países del sur de Europa representaban la peor de las amenazas, con niveles de déficit público desorbitados, deuda y desempleo disparados y la inflación amenazando con llevarse por delante el poder adquisitivo de los más modestos. Eran tiempos muy difíciles que mes tras mes iban a peor, con la prima de riesgo por las nubes y los mercados de valores perdiendo varios puntos porcentuales un día sí y otro también. Parecía que aquello tenía difícil arreglo, hasta que en julio de 2012 y con el euro a punto del colapso, el italiano pronunció aquella frase para la historia: “Haremos todo lo necesario para salvar al euro, y créanme, será suficiente”, y aquí estamos.

Salvo catástrofe impensable hoy, el italiano dejará el cargo con el euro en nuestros bolsillos y su marcha desatará todo tipo de alabanzas para un exbanquero al que los bien documentados han relacionado siempre con el diseño del engaño griego en la deuda pública que permitió al país acceder a la moneda única. El precio pagado es muy alto, pero pudo haber sido mayor. Paradojas del destino, el supuesto arquitecto de la trampa que estuvo a punto de llevarse por delante al euro resultó ser el arquitecto de su salvación. Pero antes que el relevo en el BCE, corresponde lo mismo a la Reserva Federal. Cada vez el ruido es mayor en cuanto a que el Presidente de los EE.UU. está por el relevo. Será el 3 de febrero de 2018 cuando finalice el primer mandato de la primera mujer al mando de la Reserva Federal y los posibles candidatos (se señalan hasta seis) no ofrecen perfiles demasiado comunes: banqueros con experiencia en la FED muy ligados al Partido Republicano, profesores de universidad, conocidos economistas, y el más nombrado: el presidente del Consejo Económico del Presidente, antiguo banquero en Goldman Sachs y el más distanciado del mundo académico. Buena pareja para el Secretario del Tesoro también exbanquero y productor de cine como CV previo al cargo. Contado de este modo, resulta difícil defender que el dólar pueda apreciarse. Más allá de posibles shocks por conflictos geopolíticos, en lo fundamental queda la política fiscal expansiva prometida por el Presidente norteamericano  como potenciador de un cambio de sentimiento entre una comunidad de inversores convencidos a día de hoy de que su apuesta por el euro y no por el dólar es la correcta. En estos tiempos, donde más se cumple que todo se incorpora en las cotizaciones, lo que haya de ocurrir por muy lejano que sea, se descuenta. Es también por eso que se nos hace difícil que puedan descontarse mejores mundos para el euro. 

n  Última actualización del Big Mac Index: El euro a 1,14 sigue devaluado un 16% frente al dólar


lunes, 10 de julio de 2017

NOVENTA Y SEIS, Y CONTINUA…


Una publicación reciente del FMI cifra en cuatro las recesiones mundiales desde 1960: 1975, 1982, 1991 y 2009, calificando esta última como “la más devastadora”, con una contracción del PIB mundial per cápita del 1.8% frente al -0.7% de promedio. Es la “Gran Recesión (GR)”.  Entre los aprendizajes que los autores del estudio extraen, está lo evidente: la necesidad de disponer de un amplio margen de respuesta en las políticas fiscal y monetaria. Cuanto más amplio sea ese margen, más corta y menos profunda es la recesión.

Atendiendo al comportamiento de los agentes en el mercado, está claro desde hace muchas semanas, que la sensibilidad de lo positivo está con Europa y la de lo negativo con los EE.UU. Una paradoja, cuando precisamente EE.UU. está gozando del tercer periodo expansivo más largo de su historia. Desde 1850 los norteamericanos han registrado 33 recesiones,   11 de ellas desde el final de la IIGM, y algunas coincidentes con recesiones mundiales. ¿La duración promedio del ciclo expansivo entre estas 11 recesiones? 58.4 meses. ¿La duración del actual? 96 meses. ¿El periodo expansivo más largo? 120 meses. Como argumento es pobre, pero eso no hace menos cierto que los ciclos se agotan. ¿Puede estar en el temor a un pronto fin de ciclo el interés de los bancos centrales en ganar margen de maniobra, y al mismo tiempo la visión contraria de los actores del mercado que temiendo el final del ciclo no creen que sea posible elevar los tipos? 

Aún con ese nexo en común, aparentan dos posiciones contrapuestas, que sin embargo están determinando en gran medida el comportamiento de los precios en los mercados, y particularmente en el de divisas, donde desconcierta a no pocos que ante un anuncio tan manifiesto como el de la Reserva Federal de su voluntad de subir los tipos de interés, los mercados ni siquiera lleguen a descontar esa voluntad en un 50%. Era más creíble cuando en diciembre de 2015 se produjo la primera elevación de tipos y, sin embargo, pocos podían esperar que se tardase tanto tiempo en sumar a otro banco central a ese proceso. No lo ha hecho nadie más, aunque es muy probable que esta misma semana lo haga por vez primera Canadá. ¿Cuándo lo harán en la EZ? Los mercados aparentan en sus cotizaciones que antes de lo que se supone, lo que explica la inconsistencia entre datos, discursos, expectativas y cotizaciones, pero entonces las razones no pueden estar tanto en la amenaza de la inflación como en la necesaria “recarga” de herramientas frente a una recesión. 


No se necesita mucho análisis para saber el grado de agotamiento fiscal y monetario al que se ha llegado durante la GR. Se ocupan de repetirlo cada vez con más insistencia los banqueros centrales al referir lo excepcional de las políticas ultra expansivas y la necesidad de la pronta “normalización”. La semana pasada un ministro alemán manifestaba su deseo de que la recuperación económica que registra la EZ permita poner pronto final a “la locura de tipos de interés negativos”.  Con la excusa de que la EZ ha sufrido un periodo recesivo intermedio en el bienio 2011-12, los mercados centran su preocupación en el posible agotamiento del ciclo expansivo en los EE.UU.   Es posible que estén cometiendo un error y que queden muchos meses de crecimiento antes de que asome el riesgo de una recesión en EE.UU.  al tiempo que todo apunta a que durante meses, el BCE seguirá creando masivamente dinero a pesar de sus advertencias.  Eso no es muy consistente con valores del dólar/euro por encima de los 1.14/1.15 que estamos teniendo. Claro que si los que temen lo cercano del fin de ciclo tienen razón entonces 1.20 puede quedarse corto.  De momento el ciclo continúa y visto el resultado del informe de empleo de junio, lo sigue haciendo con bastante fuerza.  

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n  Marruecos aplaza sin fecha la liberalización de su mercado de divisas
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lunes, 3 de julio de 2017

EL FANTASMA DE SINTRA



Desde el martes, el equivalente europeo a la reunión de Jackson Hole, adquirirá una categoría distinta. Habrá quien hable del “Acuerdo de Sintra” o al menos del “Espíritu de Sintra”. En cualquier caso, las aguas de los mercados bajan desde entonces más agitadas. Al par euro/dólar le han caído de pronto dos figuras, y  más importante aún, en los mercados de bonos es fácil escuchar a sus protagonistas hablar del punto y final de un ciclo alcista de 30 años en el precio de los bonos. Claro que si los del mercado de bonos hablan de semejante fin de ciclo, los de bolsa levantan de inmediato sus orejas, pues si hay una regla básica, es que cuando los bonos ven subir su rentabilidad, las acciones inician su ruta en sentido contrario. El caso es que la cumbre de banqueros centrales de esta semana en Sintra, ha agitado el avispero y va a obligarnos a todos a darle alguna vuelta más a nuestras convicciones y sus consecuencias. 

Por lo pronto, quién lanzó la piedra más lejos fue el Presidente del BCE, al afirmar que las fuerzas deflacionistas estaban dejando su lugar a las reflacionistas. Para los que leen en los posos de café, el italiano estaba anunciando que el tiempo de tipos bajos llegaba a su fin, y solo hizo falta que el Gobernador del Banco de Inglaterra respirase por la misma herida para que semejase que se aparecía un “Espíritu de Sintra”; el que anuncia que los bancos centrales del mundo certifican el final de las políticas ultraexpansivas y el inicio del ajuste de tipos que, hasta la fecha, ni siquiera el mercado de bonos norteamericanos ha querido creer. Tal fue la reacción, que desde el BCE hubieron de lanzarse a aclarar o matizar, según quien opine, las palabras de su Presidente, asegurando que la política expansiva continuaría mientras fuese preciso.  Un poco tarde, porque el genio había sido liberado y va a resultar difícil devolverlo a la lámpara. Más aún, cuando en una confluencia que puede aparentar orquestada, el Banco Internacional de Pagos, finalizaba su reunión anual de hace unos días señalando a la inflación como uno de los cuatro riesgos más importantes que afronta la economía mundial. El tiempo donde los bancos centrales aseguraban mediante palabras el comportamiento de los mercados –“y créanme, será suficiente”- puede haber certificado su fin en Sintra, y va a hacer falta un esfuerzo enorme para recuperar el tipo de respuesta que daban a ese otro espíritu del “forward guidance” que ha dominado los años de la crisis.

Sin embargo, cabe que las cosas no sean tan obvias. Que los bancos centrales se encuentren para discutir y coordinarse, no significa que las cosas cambien mañana y definitivamente. Hace mucho que los mercados incorporan toda la información en sus cotizaciones más allá de cuál sea el horizonte temporal en que se sitúe su ejecución y ahora no es tiempo de convicciones profundas, sino de no llegar tarde a buscar refugio o valor según los casos. Tan fallidas pueden resultar las apuestas como dudas puede haber sobre quiénes liderarán los bancos centrales en un futuro próximo. Sobre la  Reserva Federal, está en manos de Trump; sobre el BCE, la próxima presidencia puede corresponder al actual Presidente del Bundesbank. ¡Como para hacer apuestas firmes! A pesar de que el dólar aparente estar sentenciado a más debilidad después de Sintra, la vuelta a la normalidad monetaria, irremediablemente empieza por EE.UU., y es difícil que sea simultánea porque no todos pueden vender títulos a la vez. Además, se necesita una cautela extrema para no desencadenar una tempestad en todo tipo de activos. Una cosa es predicar y otra dar trigo. El “Espíritu de Sintra” se queda en la categoría de fantasma. Agita, asusta, pero es poco lo que cambia.


DE INTERÉS

n  La deuda global en 217 billones de dólares, el 327% del PIB mundial, según las últimas estimaciones de IIF