Le está costando al BCE consensuar el final de la forma en la que se ha gestionado durante años la política monetaria. Eso obliga a los mercados a tomar decisiones sin una orientación clara. Y pueden equivocarse.
Van
emergiendo los halcones en el BCE. Muy a pesar de su presidenta, que se
ve obligada a contrarrestarles diciendo que no tiene sentido “estar
obsesionado con un día, una hora del día” en referencia a si la primera
subida de tipos tendrá lugar en julio, como apuntan cuatro miembros del
directorio, o en septiembre como fecha más probable. El mercado se ata ahora a
los halcones y asigna una probabilidad del 70% a que el alza se producirá en
julio. Más allá, los mercados están
descontando que la tasa
de depósito en la eurozona habrá subido 95 pb a final de año. Actualmente en -0.5%, supondría que el tipo
que los bancos reciben por sus depósitos a un día en el BCE pasaría a ser positivo
por primera vez desde junio de 2014.
PONER FIN A LA QE
Consistente
con lo que descuentan, los mercados están asumiendo el calendario del final definitivo
del programa APP de compra neta de activos en junio, tal y como estaba
previsto, y que según
el BCE no pasará todavía a la fase de no reinversión de los títulos que
venzan, incluso a pesar de que suban los tipos de interés. De ahí que la
expectativa de la primera elevación se fije en julio. Si así fuese, en julio, el BCE certificaría
el final de la compra neta, confirmaría la continuidad de la reinversión, y decretaría
la primera alza de tipos de interés oficiales.
¿Por
qué esto es importante? Porque hay que poner fin a una forma de política monetaria,
conocida como expansión
cuantitativa (QE), y que, aplicada desde la crisis financiera, supone en la
práctica (formalmente no de forma directa) la monetización de los déficits
públicos, convirtiendo al BCE en el principal financiador de los gobiernos. Su retirada desequilibra el mercado y provoca que
la deuda baje de precio y la rentabilidad suba. Cualquier emisor, gobiernos incluidos,
se ve obligado a pagar más a los inversores.
DEUDA
PUBLICA Y DEUDA PRIVADA
Los
gobiernos han aprovechado estos años de tipos negativos para alargar el plazo
medio de su deuda pública, de modo que el impacto de una subida, si no se
prolonga en el tiempo, afecta únicamente a aquello que ha de emitir para
atender a los vencimientos de la deuda actual. Si la vida media fuese de ocho
años, (es
el caso español), afectaría el primer año a 1/8 de la deuda de modo que
puede temporalmente hacer frente a la subida sin sufrir un encarecimiento
importante de su carga financiera. La
deuda privada tiene una vida media de duración más corta, de modo que el sector
privado sufre considerablemente más el impacto del cambio. Además, si suben los
tipos de corto plazo, también el coste de la deuda referenciada a tipos
variables sube. A ello puede sumarse el incremento de los diferenciales por
riesgo de crédito, alterando las condiciones financieras, encareciendo la
inversión y afectando al crecimiento. En EE.UU., las condiciones
financieras dependen menos de los tipos de corto, la subida que se precisa es allí
mayor y puede tener que acompañarse de una venta acelerada de las carteras de
títulos adquiridos por la FED provocando una caída deliberada del valor
de los bonos y de otros activos (RV), endureciendo súbitamente las condiciones
financieras.
EL
EURO NO RESPONDE
Es
por esto por lo que el euro no responde, como podría suponerse en
primera lectura, al asomo de los halcones. Tiene razón la presidenta del BCE en
que las situaciones en Europa y en EE.UU. son diferentes, y aquí es más
compleja, pero es un momento en que los mercados necesitan referencias claras.
En su defecto, pueden calentarse, sobre reaccionar, y equivocarse, volviendo la
situación aún más compleja.
Version en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=d1fTawC8264