Conviene preguntarse y observar, sin dar las cosas por ciertas. No podemos tener todas las respuestas, pero al menos, si podemos y debemos, hacernos algunas preguntas.
Hay que ver lo que costaba acercar el incremento de precios al 2% no hace demasiado tiempo y lo poco que hemos tardado en superar registros de hace cuatro décadas. Es un momento muy delicado porque sus efectos, aunque graves, son todavía limitados y los agentes creen que esta tensión se aliviará. Lo sabemos porque se cotiza todo, y los futuros de inflación están descontando valores medios anuales entre el 2.5% y el 3% en los próximos 10 años en Europa y EE.UU. Aunque se están produciendo episodios de fuertes ventas en los mercados de bonos y, como consecuencia, su rentabilidad aumenta, hoy, un bono alemán a 10 años paga una rentabilidad del 0.65% y un 2.35% el norteamericano. De media, cerca de un 1% más que al empezar el año. Si esto fuese todo, ¿dónde se firma?
SON OPINIONES… ¿PERO?
Acaban
de publicarse los PMI de la eurozona de marzo. Todavía bastante por
encima de 50 cuya ruptura anunciaría un periodo contractivo, pero en mínimos de
14 meses. Cae a 56.5 desde 58.2. En España, el mínimo es de 13 meses, y
cae a 54.2, el más bajo de los principales países europeos. Las perspectivas no son buenas de cara a
abril, y es que la confianza de las empresas en el futuro cae a su mayor ritmo
desde el inicio de la pandemia. Son opiniones, pero ¿qué hay que nos desmienta y
que la evolución vaya a ser otra?
Cuando
muchos países enfrentan tasas de inflación que encogen el alma, en Suiza,
los precios registran un alza interanual en marzo del 2.4%, el más alto desde
2008, sí, pero muy lejos de 7.5% que arrecia en la Eurozona. Además, su
PMI se va a 64 en marzo, cuando se esperaba 61, y ya son quince meses
consecutivos por encima de 60. Cierto que el franco suizo hace ya tiempo
que dejó atrás la barrera de 1.20 que durante tanto tiempo defendió a comienzos
de la pasada década, y se acerca a la paridad con el euro, y una divisa que se
aprecia siempre es una buena herramienta frente a la inflación. Pero a pesar de
todo, el 50% de la energía que consume Suiza procede de petróleo y gas, que ha
de importar, de modo que no puede considerarse al margen de los mismos
acontecimientos que afectan al resto de Europa.
¡A ver si no va a ser la energía!
MÁS
NOS VALE
¿Volverán
los buenos viejos tiempos? Como los conocimos, no. A lo largo de estos días
grandes figuras del panorama financiero han hablado del fin de la globalización.
Si es así, como todo indica, el mundo será más regional y los precios ya no
jugarán el papel redistribuidor que han jugado hasta ahora. De lo que nos queda
del mundo de ayer, lo que tenemos más en común es la deuda. Los suizos,
no. De ahí que la intención, también común, está en que no suban mucho los
tipos de interés. Cuando menos los reales, y eso que son muy raros largos
periodos de tipos de interés reales negativos. Claro que con una inflación al
10%, los tipos reales siguen siendo negativos. Aunque los nominales se vayan al 6%.
No
es el 6% un pronóstico, pero, o las expectativas de inflación se mantienen
ancladas por donde andan ahora, o como empiecen a repuntar, eso de que los
tipos nominales van a subir “moderadamente” va a resultar muy difícil de
sostener. El hecho de que existan medidas de expectativas de inflación,
diferencia en mucho esta crisis de la crisis energética de los años 70, y facilita
la tarea a los bancos centrales que se dedican a anclarlas. Entonces no las
había y los tipos tuvieron que subir mucho. Ahora existen y son creíbles, pero
como se desate el miedo, a ver a que se recurre. Más vale que no, porque Suiza,
no somos.
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