Por primera
vez en 40 años, y a partir del próximo febrero, no estará un economista al
frente de la Reserva Federal sino un
abogado. “Un abogado siempre estará menos
dispuesto a experimentos monetarios” decía un analista, en apariencia
aliviado al conocer la designación. Republicano, moderado, y considerado un “constructor de consensos”, se le asigna
un tinte continuista en cuanto al ritmo de ajuste de los tipos de interés
aunque menos proclive que la actual presidenta a la regulación del sistema
financiero. Desde que entró en la Reserva Federal en 2012, nunca ha disentido
de las decisiones adoptadas por la mayoría del Consejo de Gobernadores, y en la adscripción de los mercados, lo
asignan al llamado grupo de “palomas” –más laxos en política
monetaria-, al que también adscriben a la actual presidenta. No obstante hay
que recordar que fue uno de los principales proponentes de la retirada de
estímulos, -el llamado tapering-, y se le considera menos
proclive a adoptar políticas de relajación cuantitativa en el caso de que una
recesión asomase a las puertas.
Si el relato
responde al perfil del personaje, y su perfil es tan similar al de la
presidenta actual, la pregunta se cae sola, ¿por qué un recambio cuando lo
normal, como ha venido ocurriendo desde que la FED adoptó su actual formato en
1935, es que su Presidente tenga al menos un segundo mandato? La respuesta más sencilla suele ser muchas
veces la respuesta buena, y es conocida la obsesión del actual Presidente de los EE.UU. por borrar
cualquier vestigio de las actuaciones de su predecesor, lo que por sí misma
sería razón suficiente. Sin embargo, es normal querer complementar el argumento
con razones menos primitivas para no tener que llevarse, una vez más, las manos
a la cabeza. Las dificultades para
implementar las promesas electorales de reducción de impuestos e inversión en
infraestructuras, puede hacer temer al Presidente el resultado de una política
monetaria demasiado estricta, y descartada la renovación de la actual
presidenta por motivos ideológicos, los otros dos candidatos que se barajaban,
ofrecían un perfil claramente de “halcones”, habiendo cuestionado
ambos –erróneamente- las políticas no convencionales.
Unos “tipos duros” habrían supuesto un riesgo
innecesario de hacer saltar por los aires el delicado equilibrio que se precisa
para llevar las condiciones monetarias a un territorio compatible con una
economía que parece querer asentarse en tasas de crecimiento cercanas al 3% y
con pleno empleo. Demasiado arriesgado, incluso para Trump, que pudo haber optado por el candidato menos conflictivo.
Sin embargo no todo el camino se ha despejado. Siempre detrás de una curva
aparece otra y el Presidente de EE.UU. todavía ha de nombrar al menos a otros
tres miembros para cubrir las actuales vacantes del Comité de Gobernadores,
sino cuatro si la actual presidenta lo abandona al perder su puesto, o incluso
cinco si la otra mujer del Comité,
claramente vinculada a administraciones demócratas, decide, como se especula,
abandonar también. Seis miembros de siete. Ahora sí que ya puede llevarse
tranquilamente las manos a la cabeza, porque frente a lo que haya podido leer
similar a lo expuesto en la primera parte de este análisis, la situación sigue
lejos de estar clara, y la Reserva Federal puede acabar siendo un nido de
“halcones” o una bandada de “palomas” según convenga. Cualquier cosa cuando
termine de pasar por las manos de un presidente como Trump. Es comprensible que predominen las
interpretaciones más dulces, pero cuando uno ve lo que los mercados descuentan
respecto a futuras subidas de tipos, puede tener la duda de si serán los
futuros los que hayan de adecuarse a lo que anuncia el Comité de Gobernadores,
o será este el que cambie para adecuarse a los futuros.
n Proyecto de nueva Ley Hipotecaria: La ejecución de la hipoteca exigirá el impago de entre
9 y 12 cuotas
n EE.UU.:
Crea menos empleo de lo previsto, mejora la tasa de paro, pero los salarios se moderan en octubre
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