El interés de los norteamericanos en la reunión del G20 celebrada este fin de semana en Corea, era claro. Lo había anticipado por carta a sus colegas el Secretario del Tesoro. Contenía tres puntos. El primero, se refiere a que han de adoptarse políticas, entre ellas de tipo de cambio, que faciliten el reequilibrio entre economías con déficit y con superávit. El segundo, que no han de manipularse los tipos de cambio. El tercero, que ha de ser el FMI quien lo vigile. Por si no quedase claro, en su introducción, señala que pretende alcanzar ese acuerdo sin esperar a noviembre.
Pues va a ser que no. El comunicado final de la reunión, anuncia en su segundo punto un acuerdo general a favor de la fijación por los mercados de los tipos de cambio, pero que en su detalle parece más bien una llamada de atención a los norteamericanos: “las economías avanzadas incluidas las que tienen monedas de reserva, serán vigilantes contra volatilidades excesivas y movimientos desordenados en los tipos de cambio. Esto ayudará a mitigar los riesgos por volatilidad excesiva en los flujos de capital que registran algunos países emergentes” Vamos, que no. Parece que lo intentó de nuevo reuniéndose tras la cumbre en un aeropuerto chino con el número dos del Gobierno chino, al que reiteró su idea de limitar a un determinado porcentaje del PIB el déficit y el superávit por cuenta corriente. Según el Ministro de Finanzas japonés, el porcentaje propuesto sería del 4% con el horizonte de 2015. Ni China, ni Japón, ni Alemania, mostraron entusiasmo. El Ministro de Economía alemán, llegó a asemejar a EE.UU. con una economía planificada, señalando que la creación de dinero es una manipulación indirecta del tipo de cambio. Los máximos responsables de Brasil, ni siquiera acudieron al encuentro, enviando funcionarios de segundo nivel. Su lucha por todos los medios disponibles contra la apreciación del real (un 30% se ha apreciado frente al dólar desde enero de 2009), les dejaría en difícil situación en un foro que pretende defender que no se manipulen los tipos de cambio. Este asunto incluso ha pasado a formar parte del debate electoral de las presidenciales que celebran el próximo domingo su segunda y definitiva vuelta.
En conclusión: Los norteamericanos marcarán el ritmo del debate. Pretenden no llegar a enfrentamientos abiertos, saben que en parte su fuerza radica en ser el primer mercado consumidor del mundo. Su estrategia puede ser apretar al máximo en el campo diplomático, pero no arriesgarse a soportar las consecuencias de iniciar una verdadera guerra de divisas. Como alternativa, caben acuerdos bilaterales. Convendrían a Europa.
Pd: Un resumen de este post fue publicado por el diario Cinco Días bajo el título: "La postura de EE.UU. sobre las divisas"