lunes, 11 de septiembre de 2017

TRAGANDO UN SAPO


¡Nada! Esperando que el Presidente del BCE fuese el bálsamo para los exportadores europeos que padecen la fortaleza del euro, la cosa se quedó en nada. ¿Consuelo? Eso de que siempre puede ser peor. Ahora bien, ¿realmente el discurso del italiano dejó las cosas como estaban? Hombre, eso no. Dijo que el comportamiento del euro representa una fuente de incertidumbre que precisa ser vigilada, que su apreciación estaba pesando en las consideraciones para retirar la política de estímulos, que la reducción de las previsiones de inflación está relacionada con el tipo de cambio, que las condiciones financieras de la eurozona se habían hecho más restrictivas a consecuencia de la apreciación del euro y que como consecuencia mantendrá la QE en volumen y hasta diciembre al menos,  y que habrá más de ambas cosas si hace falta. Nada de subir tipos porque antes hay que garantizar que la inflación se sostiene por si sola cerca del objetivo, y preguntado sobre los niveles con los que se habían hecho las revisiones de inflación y crecimiento, refirió 1,18 y eso que nadie le había preguntado por el nivel frente al dólar. ¡Ah! Y recordó que a la compra de los 60.000 millones mensuales hay que sumar la reinversión de lo que vence. Poca cosa, parece interpretar el mercado.  Es verdad que no amenazó con fusilar a nadie, pero comparado con la respuesta del gallego a la insurrección del parlamento catalán, el italiano estuvo valiente. Por cierto, que sobre la amenaza de desmembramiento de una de las cuatro potencias del euro, no hubo preguntas. ¿Será que nadie por ahí fuera se lo toma en serio? 

Pero volviendo al italiano, podemos discutir acerca de su grado de entusiasmo, de donde puso más el énfasis, de su nivel de preocupación real,… pero hay que tener una garganta ancha para tragar el sapo de que el BCE está por favorecer condiciones monetarias más rígidas.  En el mes de julio, -véase el gráfico-  los mercados de futuros descontaban con un 90% de probabilidad que los tipos de interés subirían en diciembre de 2018 en Europa.  Hoy la probabilidad que asignan es de un 42%. Respecto a un alza a un año vista, de más de un 60% que lo esperaban en julio a cerca del 0%. A pesar de ello, las crónicas, erre que erre, con el euro,  utilizando sin pudor el argumento de que la ventaja del euro radica en las expectativas de endurecimiento de las condiciones monetarias en Europa. La FED dice que elevará los tipos cuatro veces en los próximos doce meses y el BCE dice que no los elevará, pero según puede leerse en muchas crónicas de los conversos a la fortaleza del euro, este se aprecia a consecuencia de las expectativas de reducción del diferencial de tipos de interés a favor del euro. Se ven cosas peores, -véase Cataluña-, pero no tantas. 

Aun así los conversos no deben de ser tan aguerridos, porque la cosa se queda de momento en los bajos de 1,20 sin ni siquiera hacer intento serio de probar las resistencias, y eso que el día anterior y por sorpresa, todo un vicepresidente de la FED dijo que se iba antes de tiempo y por “motivos personales”. ¡Ja! Después del repaso que dio al Presidente de los EE.UU. en una entrevista en Financial Times criticando la vuelta a la desregulación bancaria que promueve el círculo que lo rodea, hasta un firme defensor de la firmeza del dólar tendría que doblar la cerviz y reconocer que la calamidad presidencial puede llegar a instalarse en la Reserva Federal, y eso sí que es grave. Política, política y más política es la enfermedad del dólar, y por mucho que pese a los de Junts pel Si y a los de la CUP, en los mercados financieros importa mucho más el desastre que significa la Administración Trump para EE.UU. que la desgracia que nos ha caído en España con la deriva de los nacionalistas en Cataluña. Claro, que la cuenta, tarde o temprano, hay que pagarla.

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