martes, 15 de noviembre de 2011

ASI DE FRAGIL ES LA SITUACION


En la prensa del fin de semana se celebraba la marcha del ya ex primer ministro italiano como si eso fuese la redención de la deuda pública del país. En su día fue recibido como una forma útil de alternativa a un sistema político en el que los principales partidos habían sucumbido a la corrupción. Igual que en Grecia, se celebra que gente seria y fiable pase a dirigir el país en momentos tan difíciles. ¡Que los mercados abran el lunes con un nuevo Primer Ministro! Al fondo Alemania, el lugar donde radica la autoridad que ha de salvar Europa. Ni Francia es ya lugar seguro. Tarde o temprano S&P bajará la calificación crediticia francesa y entonces será evidente que lo que resta de Europa es lo que quiera Alemania. Esto significa que si hay esperanza para el euro, es porque Alemania quiere.

La pregunta que nos hacemos es si el euro sobrevivirá o, si en otro caso, España estará entre los que lo abandonen o entre los que se vinculen al actual núcleo duro alemán.

Veamos las condiciones. Alemania exige:

1. Que se apliquen estrictos planes de austeridad.
2. Que esos planes queden “impresos” a largo plazo mediante reformas constitucionales.
3. Que se respalden los cambios precisos en los Tratados de la UE para ceder la necesaria soberanía que permita el control.
4. Que todo lo anterior no exija pasar por procesos electorales. Esto no es sencillo, pero lo vemos en los cambios de países como Grecia e Italia, o ya lo hemos visto en Irlanda y Portugal.

Juzgue usted, pero entre lo ya hecho y lo que resulte de las elecciones del domingo, en España se puede aspirar a que los ciudadanos acepten sacrificio semejante.

No hay problemas iguales, pero en todos los casos se necesitan dos cosas esenciales:

1. Que los mercados no “salten la banca” y
2. Que los ciudadanos no “salten el sistema”. Es una situación delicada, pues exige fuerte presión para forzar el cambio, un soporte del BCE que se ajuste a lo que Alemania esté dispuesta a aceptar, y que no se produzca un traspié que haga irrecuperable el dificilísimo equilibrio que sostiene ahora al euro. Así de frágil es la situación.

En mi opinión, Alemania quiere salvar su euro. Pero no todo puede estar bajo su control. El referéndum griego es el ejemplo más reciente, y obligó a utilizar por primera vez la amenaza de la expulsión. La vida de alguien excluido parece muy difícil. Un país fuera del euro habrá de sobrevivir sin financiación exterior durante años. Habrá de soportar quiebras bancarias y tendrá que hacer desaparecer, violentamente, su déficit exterior. No será nada fácil que la estructura de un Estado europeo moderno sobreviva a esa experiencia. La alternativa es el rigor alemán. “O un tiro en el pié o en la cabeza” dicen algunos. La elección no es sencilla, pero Alemania ha puesto sus condiciones, y es natural que estudie alternativas. Abandonar el euro regresando al marco, o crear una nueva moneda para el núcleo central son soluciones muy difíciles, pero nada de lo que resta a Europa es ahora fácil.

No soy capaz de adivinar una solución que no incorpore algún tipo de monetización de deuda por el BCE al modo que han hecho norteamericanos, japoneses o británicos. O eso, con la consiguiente fuerte depreciación del euro, o un euro distinto formado por un grupo de países en el que hoy y ligado con un hilo finísimo, todavía podría estar España.

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