viernes, 14 de mayo de 2010

¿PORQUE EMPEZAR POR EL FINAL?


Hay ocasiones en las que uno no se siente especialmente orgulloso de sus colegas de profesión. Aunque entre ellos estén algunos amigos. Cuando el miércoles abundaban, con más o menos matices, las reacciones de alabanza a las medidas anunciadas por el Presidente en el Congreso, francamente, fue un mal rato. Imposible no pensar en que intereses defendía cada uno. En unos casos se revelaban evidentes. En otros, simplemente parecían aliviados porque otros cargaban con el mochuelo que, de momento, salvaba sus trabajos. No era para sentirse orgulloso. Estaba empatando el Atlético de Madrid, y llaman de Radio Mitre de Buenos Aires. Querían alguien que opinase en contra de las medidas. No me extrañó que no lo encontrasen. Lo pensé unos segundos; 48 años sin ganar una final era demasiado tiempo; “Lo siento, yo también estoy a favor”. Con un punto de mala conciencia, me dispuse a seguir confiando en que esta vez sí.

Así como participo de la alegría de los sufridos atléticos, no entiendo demasiado lo que celebran los mercados. Y menos entiendo lo que celebran los analistas. Dice en su columna de Financial Times Martin Wolf que “los mercados financieros alimentaron la orgía y ahora se niegan a financiar la limpieza” para después añadir “los gobiernos (…) al insistir en que no habrá impagos, están protegiendo al sistema financiero de su estupidez”. Quizá porque son muchos los analistas que sirven a un sistema financiero estúpido, están satisfechos de que otros paguen la cuenta. Incluso pueden llegar a creer que el Gobierno ha actuado llevado por el arrojo y la pericia. Si así fuese, ¿cómo es que ha empezado por el final?

La única respuesta que cabe, es que algo importante ha de estar gestándose en la Unión Europea. Y ha de ser a considerable velocidad, porque al menos yo, no sé ni en que consiste el plan del domingo, ni de donde van a salir los 750.000 millones de euros que dicen que van a emplearse en el rescate de la UME. Algo ha de haber tras la velocidad a la que el Tribunal Constitucional alemán rechazó la demanda de inconstitucionalidad por la ayuda a Grecia, o del vertiginoso anuncio francés de congelación del gasto público, o de la reacción de pánico del miércoles del Gobierno español.

Simplemente, cualquiera que conozca un poco las AA.PP. sabe bien la cantidad de fugas que padece. Y no hace falta hablar de robar. Pero se ve que no hay tiempo, y por eso el Gobierno empieza por el final. Atragantándose. ¿Cómo puede celebrarse una solución que no es solución? ¿Quien celebra que funcionarios y pensionistas paguen las cuentas de los bancos, que tanto dinero han ganado empantanados en deuda pública? Así que puedo llegar a entender lo que me decía ayer un buen amigo que a modo de descargo se confiesa “rojo”: “¡A la Bastilla!”. La verdad, prefiero esperar a la no nacida respuesta en gestación.

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