lunes, 5 de junio de 2017

EL COSTE DE LA CONFIANZA


Si hay una característica esencial para que el sistema fiduciario en el que se basa nuestro sistema monetario pueda subsistir, es la confianza.  Desde el momento que aceptamos que aquello que nos entregan como medio de pago compensa la entrega de un bien, estamos confiando en que a su vez sea aceptado para adquirir nuevos bienes. Desde el fin del patrón oro, cualquiera de las grandes divisas del mundo sirven como medio de pago con la única base de la confianza de las partes en su valor. La inflación es el enemigo más evidente, de ahí que su control sea el anclaje fundamental de los bancos centrales, y sea precisamente la sostenida pérdida de valor de la moneda el indicio más claro de que sus usuarios han dejado de confiar en el respaldo que se supone representan las autoridades emisoras. La historia está plagada de ejemplos. Es esta pérdida de confianza en el sistema fiduciario el argumento con el que se abonan las teorías catastrofistas que suelen reverdecer en tiempos de tempestad. La convertibilidad es la aceptación del cambio de una moneda por otra en los mercados de divisas y son muchos los países que no pueden acceder a semejante estatus. Fuera de sus regímenes monetarios internos, los billetes de libras egipcias, o de bolívares venezolanos tienen igual valor que unos cromos del Capitán Trueno.

Antes de la última crisis, era difícil siquiera imaginar que la confianza fuese un motor de generación de expectativas como ahora está siendo. Guardando las distancias, la depreciación del dólar de las últimas semanas es consecuencia de un cambio en la percepción de confianza. La que pierde EE.UU. se transfiere a Europa. A pesar de que los norteamericanos pagan más a aquellos que adquieren su moneda, no parece suficiente para que los actores en el mercado de divisas mantengan las apuestas que tenían sobre su revalorización. Sin apenas temor a la inflación, es evidente que la grieta en la confianza en el dólar no se origina por la actuación de su banco central, sino en que la que llevan a cabo las autoridades políticas. La Administración Trump es cada vez menos fiable y eso pesa en la cotización del dólar.  Cuando su depreciación se equilibre con el nuevo estatus, el dólar encontrará su suelo y solo entonces podremos esperar que recupere valor relativo en términos de otra divisa. Los últimos datos no ayudan,  reflejando que se modera el crecimiento en EE.UU. Hará falta que también se moderen las expectativas, probablemente exageradas,  de que el BCE iniciará pronto el ajuste monetario para que el dólar se estabilice y recupere la confianza que está perdiendo en las últimas semanas. Pero para que el BCE tenga oportunidad de manifestarse habrá que esperar a la rueda de prensa de su Presidente tras la reunión regular de este jueves en Estonia, el mismo día en que se celebran las elecciones británicas, e incorporar en sus expectativas lo que resulte de la primera vuelta de las legislativas francesas del próximo domingo.

Mientras el calendario se va deshojando con la citas agendadas, el mercado habrá de digerir la crisis que está hundiendo la cotización de un banco del tamaño del Banco Popular, que va a poner a prueba la regulación europea surgida de la crisis y que puede terminar con la liquidación de la entidad.  Pocas instituciones acusan con tanta intensidad la pérdida de confianza como un banco y de cómo se resuelva su crisis, dependerá también la confianza en los mecanismos de resolución de crisis bancarias europeas.  En otro nivel se sitúa la crisis de un fondo de inversión de renta fija gestionado por Auriga e Intermoney y auditado por Deloitte, cuya cotización era suspendida esta semana por la CNMV. De nuevo la ausencia de confianza como conductor de los mercados. Más que los datos, es lo que está condicionando su evolución.

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