Si
hay una característica esencial para que el sistema fiduciario en el que se
basa nuestro sistema monetario pueda subsistir, es la confianza. Desde el momento que aceptamos que aquello que
nos entregan como medio de pago compensa la entrega de un bien, estamos
confiando en que a su vez sea aceptado para adquirir nuevos bienes. Desde el
fin del patrón oro, cualquiera de las grandes divisas del mundo sirven como
medio de pago con la única base de la confianza de las partes en su valor. La
inflación es el enemigo más evidente, de ahí que su control sea el anclaje
fundamental de los bancos centrales, y sea precisamente la sostenida pérdida de
valor de la moneda el indicio más claro de que sus usuarios han dejado de
confiar en el respaldo que se supone representan las autoridades emisoras. La
historia está plagada de ejemplos. Es esta pérdida de confianza en el sistema
fiduciario el argumento con el que se abonan las teorías catastrofistas que suelen
reverdecer en tiempos de tempestad. La convertibilidad es la aceptación del
cambio de una moneda por otra en los mercados de divisas y son muchos los
países que no pueden acceder a semejante estatus. Fuera de sus regímenes
monetarios internos, los billetes de libras egipcias, o de bolívares
venezolanos tienen igual valor que unos cromos del Capitán Trueno.
Antes
de la última crisis, era difícil siquiera imaginar que la confianza fuese un
motor de generación de expectativas como ahora está siendo. Guardando las
distancias, la depreciación del dólar de las últimas semanas es consecuencia de
un cambio en la percepción de confianza. La que pierde EE.UU. se transfiere a Europa.
A pesar de que los norteamericanos pagan más a aquellos que adquieren su moneda,
no parece suficiente para que los actores en el mercado de divisas mantengan
las apuestas que tenían sobre su revalorización. Sin apenas temor a la
inflación, es evidente que la grieta en la confianza en el dólar no se origina
por la actuación de su banco central, sino en que la que llevan a cabo las
autoridades políticas. La Administración Trump
es cada vez menos fiable y eso pesa en la cotización del dólar. Cuando su depreciación se equilibre con el
nuevo estatus, el dólar encontrará su suelo y solo entonces podremos esperar
que recupere valor relativo en términos de otra divisa. Los últimos datos no
ayudan, reflejando que se modera el crecimiento en EE.UU.
Hará falta que también se moderen las expectativas, probablemente
exageradas, de que el BCE iniciará pronto el ajuste monetario
para que el dólar se estabilice y recupere la confianza que está perdiendo en
las últimas semanas. Pero para que el BCE tenga oportunidad de manifestarse
habrá que esperar a la rueda de prensa de su Presidente tras la reunión regular
de este jueves en Estonia, el mismo
día en que se celebran las elecciones
británicas, e incorporar en sus expectativas lo que resulte de la primera
vuelta de las legislativas francesas
del próximo domingo.
Mientras
el calendario se va deshojando con la citas agendadas, el mercado habrá de
digerir la crisis que está hundiendo la cotización de un banco del tamaño del Banco Popular, que va a poner a prueba
la regulación europea surgida de la crisis y que puede terminar con la
liquidación de la entidad. Pocas
instituciones acusan con tanta intensidad la pérdida de confianza como un banco
y de cómo se resuelva su crisis, dependerá también la confianza en los mecanismos
de resolución de crisis bancarias europeas.
En otro nivel se sitúa la crisis de un fondo de inversión de renta
fija gestionado por Auriga
e Intermoney y auditado por Deloitte, cuya cotización era
suspendida esta semana por la CNMV.
De nuevo la ausencia de confianza como conductor de los mercados. Más que los
datos, es lo que está condicionando su evolución.
n España:
Suben hasta 18,35 millones los ocupados en mayo,
con el mayor incremento desde julio de 2005
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