No tenemos realmente nada que en estos momentos nos diga a ciencia cierta, por donde se pretenden llevar las cosas. La política económica de los países desarrollados se encuentra en un cruce de caminos, y hasta aquellos economistas que como Krugman han insistido en la necesidad de más y más fuerte estímulo fiscal son ahora criticados por su exceso de populismo. La verdad es que al leer las críticas he caído en la cuenta de que lo leo con menos frecuencia, y seguramente se debe a que no se descubre en sus artículos de las últimas semanas, algo nuevo que compense.
Lo más caliente que tenemos es que estamos en la antesala de la segunda ronda de una intensiva y nueva inyección de liquidez. La llamada QE2. Mejor dicho, en la antesala de que el balance de reservas del sistema financiero registre un nuevo salto hacia el cielo, en una huida adelante, que pretende acabar arrancando el motor del crédito. Es lícito preguntarse sobre su eficacia, si después de haber inyectado 1,5 billones sin éxito, va a lograrlo el que se inyecten 1 o 2 billones más, que en esas horquillas se mueve el debate. ¿Hasta donde de profunda es la trampa de liquidez? ¿Servirá?
Sin que tenga como consecuencia el hundimiento de la divisa, este riesgo solo está al alcance de quien dispone de la que lo es de reserva. Los EE.UU. Los mercados se comportan siguiendo el manual y conforme lo conciben más probable, más justificada encuentran la venta de dólares. Como si a través de la venta de dólares se conjurase el peligro. ¿Sorprende? No si aislamos el caso, y aún así habría que debatirlo.
Dice el columnista de FT Martin Wolf que la suma neta de deuda es cero si incorporamos familias, empresas, sector público y sector exterior. Es decir, que la perspectiva cambia –o al menos puede cambiar- cuando en el análisis incorporamos a todos los actores. Algo semejante se infiere de Stiglitz en su obra Free Fall: ¿no contamos con idéntico stock de activos físicos, o es que se han desvanecido tras la crisis? ¿no tenemos acaso idéntico aparato productivo? Las circunstancias, y/o la confianza condicionan las decisiones de los actores. España tiene poca deuda pública en comparación, pero no importa. Ha de hacer un fuerte ajuste fiscal. Con estas reglas del juego, Grecia estaría fuera del euro, también Irlanda, o Italia. Sin embargo, los inversores parecen preferir el euro al dólar. Eso nos dicen. Cuesta comprar esta idea. Y es que mientras pocos cuestionan la supervivencia del dólar, siguen siendo bastantes los que creen que el euro se ha revelado un proyecto con graves errores.
Lo más caliente que tenemos es que estamos en la antesala de la segunda ronda de una intensiva y nueva inyección de liquidez. La llamada QE2. Mejor dicho, en la antesala de que el balance de reservas del sistema financiero registre un nuevo salto hacia el cielo, en una huida adelante, que pretende acabar arrancando el motor del crédito. Es lícito preguntarse sobre su eficacia, si después de haber inyectado 1,5 billones sin éxito, va a lograrlo el que se inyecten 1 o 2 billones más, que en esas horquillas se mueve el debate. ¿Hasta donde de profunda es la trampa de liquidez? ¿Servirá?
Sin que tenga como consecuencia el hundimiento de la divisa, este riesgo solo está al alcance de quien dispone de la que lo es de reserva. Los EE.UU. Los mercados se comportan siguiendo el manual y conforme lo conciben más probable, más justificada encuentran la venta de dólares. Como si a través de la venta de dólares se conjurase el peligro. ¿Sorprende? No si aislamos el caso, y aún así habría que debatirlo.
Dice el columnista de FT Martin Wolf que la suma neta de deuda es cero si incorporamos familias, empresas, sector público y sector exterior. Es decir, que la perspectiva cambia –o al menos puede cambiar- cuando en el análisis incorporamos a todos los actores. Algo semejante se infiere de Stiglitz en su obra Free Fall: ¿no contamos con idéntico stock de activos físicos, o es que se han desvanecido tras la crisis? ¿no tenemos acaso idéntico aparato productivo? Las circunstancias, y/o la confianza condicionan las decisiones de los actores. España tiene poca deuda pública en comparación, pero no importa. Ha de hacer un fuerte ajuste fiscal. Con estas reglas del juego, Grecia estaría fuera del euro, también Irlanda, o Italia. Sin embargo, los inversores parecen preferir el euro al dólar. Eso nos dicen. Cuesta comprar esta idea. Y es que mientras pocos cuestionan la supervivencia del dólar, siguen siendo bastantes los que creen que el euro se ha revelado un proyecto con graves errores.