Un día antes de que los mercados se entregasen al “disfrute” de un dato de destrucción de empleo menor de lo previsto en EE.UU, comparecía el Presidente de la Fed ante una Comisión parlamentaria a la que debía dar una explicación sobre las circunstancias que condujeron al desastre actual, desastre al que cada vez se conoce más como la Gran Recesión.
Su discurso tuvo mucho de exculpatorio. Dice el Presidente que hay poca o ninguna evidencia empírica de que una política de tipos de interés bajos promueva una burbuja en el mercado inmobiliario. Exculpa en gran parte a la Reserva Federal de estar en la génesis de esta crisis y vuelca la responsabilidad sobre la regulación del sistema financiero y su supervisión. Añade, que si ha de extraerse una única lección, es que el problema del tamaño de una entidad financiera “demasiado grande para quebrar”, ha de ser resuelto. Es de lo muy poco que se desprendía de un pobre discurso, teniendo en cuenta que ya se han cumplido tres años desde el estallido del fenómeno subprime, al que se refiere menos como causa y más como consecuencia.
Tres años después, estamos hablando de un mercado inmobiliario que no recupera, de un sistema financiero que no está cumpliendo adecuadamente su función de depositario y prestatario, y de una economía a la que no se ha sido capaz de insuflar suficiente energía como para que reinicie un proceso de crecimiento sostenido. Tres años después de la crisis y dos después de la llegada de la Administración Obama, tenemos como balance haber evitado la catástrofe, pero continuamos con una enorme cantidad de incógnitas que parecen querer inclinarse en su resolución hacia el lado deflacionista. Por todo ello, no es de extrañar que los mercados estén, ni convencidos, ni con fuerza.
Me ha gustado mucho el artículo.
ResponderEliminarGracias Beatriz.
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