domingo, 25 de octubre de 2009

CHANCHULLEROS

Dice el Presidente del Banco Pastor que la capacidad de resistencia por parte de las empresas “se empieza a agotar”, y que lo peor de la crisis está por llegar. Niega sin embargo la existencia de morosidad encubierta, hablando de leyenda urbana, y califica la situación de su entidad, cuyo valor según manifiesta es 96% comercial, como inmejorable. No deja sin embargo escapar de rositas a las agencias de calificación crediticia que según el gallego, no hicieron bien su labor antes, “y están siendo ahora, aún más dañinas”.

Resulta sin embargo que son precisamente aquellos bancos que tienen más orientado su negocio a la actividad comercial, entendida esta como la actividad tradicional de prestamistas a empresas y familias, los que vuelven a perder dinero en los EE.UU. Hace apenas unas pocas semanas, tenía oportunidad de estar con un alto cargo de uno de estos bancos norteamericanos en España, y me confesaba que la consigna que tenían al respecto era clara: crédito cero. Cabe que eso sea interpretado como una oportunidad por sus colegas españoles, pero, ¿a que viene entonces esperar que 2010 sea “el peor año de la crisis”?

En pleno bullicio por el relevo en BBVA, una buena amiga de un medio de comunicación me pedía una declaración favorable a la indemnización del personaje. Usted no vio ese tradicional mensaje, “Omega IGF en tal o cual TV o emisora de radio”, por el que algunos buenos amigos me torturan ocasionalmente. Podía haberlo hecho, porque desde el lado malo, prefiero que se lo lleven en abierto, que no en cerrado, donde además vengo obligado a dar las gracias por el favor realizado. Cuando en una reciente operación de refinanciación, hube de negociar el derivado “peaje” con la mesa de tesorería del banco director de la sindicación, y una vez negociada la intensidad del dolor que me aplicarían en forma de decenas de miles de euros, y establecido cual sería el instrumento de tortura en forma del respectivo derivado, solo les pedí una cosa: “os pido por favor que no me digáis que es por mi bien; no creo que pueda soportarlo”. Tan amable y comprensible fue el torturador, que llegue a entender eso del Síndrome de Estocolmo.

Dicho esto, y regentando una consultora de riesgos donde su área más activa es en los últimos tiempos la de grandes quemados por el mal uso de los derivados financieros, confieso que disfruto cuando leo a Krugman poner de vuelta y media a los banqueros. A diferencia de otros astros de la blogosfera, no tengo una idea clara de cual es el horizonte y la política que a largo plazo defiende el Nobel, pero como testigo de muchos años de los desmanes causados en nombre de la innovación financiera –alquimia la denomina el gallego del Pastor-, confieso que disfruté una enormidad cuando leí decir a Krugman: “Mientras el lado chanchullero del sector financiero –también conocido como operaciones bursátiles- vuelve a ser enormemente lucrativo, la parte de la banca que realmente importa, sigue estancada”. ¡Les llama chanchulleros! ¡Oh Señor, que bien me siento! Confieso que después me entra remordimiento, porque también están llenos de humanos, muchos con sueldos modestos y objetivos inmorales, pero enseguida se me pasa cuando vuelvo la vista a la unidad de quemados.

Muy interesante esto, ¿pero que va a hacer el dólar? Y es que no hay fiesta sin la tía Juana. Dice The Economist que una crisis del dólar, es una de las pocas calamidades que no han caído sobre la economía mundial en los dos últimos años. Es más, cuanto más profunda la crisis, más fuerte estaba el dólar. Y es casi seguro que volverá a estarlo cuando a los chanchulleros les pueda el miedo.

lunes, 19 de octubre de 2009

SIN RECETA

Justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria y bursátil a principios de los años noventa en Japón, la deuda pública apenas llegaba al 50% de su PIB. Hoy representa el 178%. Entonces, la deuda de empresas y familias equivalía al 212%. Hoy representa el 110%. Poco cambio en la cifra global, y mucho en su distribución. Empresas y familias japonesas se dedicaron a ahorrar. Ahora, una población envejecida, se ve obligada a consumir buena parte de ese ahorro, y aun así, el valor de su PIB es el mismo que hace 17 años, y el número de personas trabajando es aproximadamente el mismo que hace 20 años. Es un país con un amplio rechazo social a la inmigración, frente a la que se imponen fuertes restricciones, camino por el que seguramente pasa su particular ruta de salida. Las comparaciones con España son comunes.

Pero la comparación japonesa no es un tema solo de aplicación a España. El tipo de crisis actual de las economías desarrolladas, y particularmente de la economía norteamericana, que representa aproximadamente el 30% del PIB mundial, tiene en el comportamiento de los consumidores, familias y empresas, su gran incógnita acerca del tipo de recuperación que tendremos en los próximos años. Un modelo de salida basado en el ahorro como fórmula de reducir la deuda tiene el inconveniente de que solo puede ser soportado por una economía relativamente cerrada y que es capaz de generar a través de su superávit corriente los recursos necesarios para seguir financiando su nivel de deuda. Claro que si los japoneses no han sabido dar con la salida, después de lustros de una política monetaria laxa, de grandes planes de gasto público y de fases de desconcierto impositivo, ahora con alzas, ahora con bajas, no se porqué hemos de creer que el resto del mundo va a ser más sabio y capaz de superar las dificultades que han condenado a Japón a un languidecer intermitente de años de crecimiento modesto seguido de otros de contracción para acabar en el mismo sitio, pero 20 años más viejos. Se solía culpar a un sistema financiero zombi que mantuvo muy limitado el acceso al crédito, pero lo que los bancos no prestaban al sector privado, lo hacían al sector público. En buena medida, porque el sector privado, decidió ahorrar. Hoy es bastante común oír de boca de responsables de instituciones financieras en España, que si no se da crédito, es porque no se presentan proyectos. Cuanto más se ahorre y menos se invierta, más rápido se reducirá el desequilibrio exterior, pero estaríamos condenados a un largo periodo de no crecimiento, al modelo japonés.

Por lo tanto, ahorrar y no invertir, no vale. El concurso del sector privado es crítico. La paradoja es que para que el sector privado consuma, hay que facilitarle el acceso al crédito, ahora prácticamente bloqueado en las economías desarrolladas. Es decir, que hay que solventar las consecuencias de una crisis de exceso de deuda, con más deuda, algo que no resulta muy tranquilizador. Deuda que alguien tendrá que financiar. Por lo tanto, de un proceso de este tipo no parece que sea posible que todos salgamos del mismo modo y menos al mismo tiempo.

Hasta la fecha, la recuperación tiene mucho que ver con el ciclo de reconstrucción de inventarios, lo que dará al mundo dará unos trimestres de alivio, pero eso no significa que estemos de camino a la salida. Puede, que como pretenden algunos, los norteamericanos quieran apoyarse en la debilidad del dólar. Otros creemos que eso nos acerca más al precipicio. En cualquier caso, lo que Japón representa, es que no tenemos la receta, y que si difícil es adivinar el futuro del dólar, no es menos dura la prueba que resta superar al euro.
Un resumen de este comentario fue publicado por el diario Cinco Días