sábado, 16 de julio de 2011

A LAS PUERTAS DE SANTEMAR

El martes 12 de julio, a las 9:18 de la mañana, envié un correo electrónico a mi equipo. Era tan breve como un telegrama. En el asunto titulé “COLAPSO”. Estaba en el hall de un hotel en Santander, a la espera del microbús que nos trasladaría al Palacio de la Magdalena, junto con dos personas más. Mi colega Mercedes tenía el encargo de enviarme cada pocos minutos una actualización de lo que estaba pasando en los mercados: divisa, bolsa, y deuda. El diferencial italiano con Alemania superaba con creces los 335 p.b, y así se lo comenté a mis compañeros de espera.

Uno de ellos llamó de inmediato a su contacto en Londres. El otro empezó decir algo en voz tan baja que yo, que estaba frente a él, apenas podía entenderle. La conversación con Londres fue breve, y confirmó nuestros temores: en el mercado de deuda se habían retirado los compradores. Entonces, la persona que hablaba en voz baja, empezó a elevar levemente el tono, y conforme lo elevaba, pasó de manifestar una honda preocupación a un claro enfado. Yo no quise interrumpir ni un segundo su discurso. Me interesaba extraordinariamente escuchar cada palabra. Cuando pareció haber desahogado su enfado en una crítica sin piedad a la Unión Europea, preocupado por lo que estaba escuchando le planteé: “...pero habrá un Plan B”. La respuesta fue rotunda No hay Plan B”. Entonces, en el tono de su discurso, ganó de nuevo la irritación. Mi compañero y yo atendíamos al discurso. Nunca creí tener la oportunidad de escuchar algo como lo que estaba escuchando procedente de quien pronunciaba aquellas palabras y menos aún en compañía de la persona con la que se cerraba el trío.

Llegó el microbús. Subimos. Llegaron dos pasajeros más que iban con el mismo destino. Silencio total. Fue durante la ruta cuando escribí el telegráfico correo: “Estamos colapsados. Puede pasar cualquier cosa. Mal día hoy para nuestra historia”. Así de breve. He visto en directo colapsar a la libra y a la lira, que abandonaban el SME. He visto tipos de la corona sueca al 200%. He visto devaluaciones de la peseta una detrás de otra. Tengo 49 años y toda mi vida han sido los mercados financieros. Nunca había sentido algo así. No se puede pensar en nada en concreto y se piensa en todo a la vez. Nunca sentí tan de cerca abrirse las puertas del infierno.

Cuando ayer tuve oportunidad de volver a mi ocupación habitual, casi todas las preguntas que contesté eran sobre el posible default norteamericano del 2 de agosto. Cuantas más veces contaba lo mismo, más deseaba estar en el paraíso americano. Dice un estudio de McKinsey, que aunque la deuda total ha parado de aumentar en muchos países como porcentaje del PIB, solo en una gran economía ha caído de firma visible: EE.UU. La diferencia entre republicanos y demócratas es política. Los primeros tienen la oportunidad de “matar a Obama” y los demócratas se resisten a entregar la pieza. Eso es casi todo lo que está pasando estos días en Washington. Mi experiencia del martes a las puertas del hotel Santemar de Santander, ha incrementado de una forma extraordinaria mis dudas sobre Europa, y a pesar de la batalla americana de la deuda, la mayor confianza que ya tenía en el dólar en relación al euro.

2 comentarios:

  1. Yo sospecho que solo cuando estamos a las puertas del infierno reaccionamos. Como tú, ya me gustaria tener el problema de los norteamericanos.

    Procura actualizar este especio más. ¿Que pasa con twiter? Animate hombre.

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  2. Gracias por animarme a contar cosas. Twiter se me queda corto. Confieso que no se como sacarle partido. En fin...aprendere. Gracias por participar. Un abrazo

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