domingo, 1 de noviembre de 2009

¿QUIEN DIJO INFLACIÓN?


Una cosa es ser optimista y otra es ser estúpido. Cabe lo primero, porque al fin y al cabo, la botella siempre está medio llena y al tiempo medio vacía, dependiendo de la perspectiva del observador. Pero que el contenido de la botella tiene que ver con una intervención sin precedente de los Gobiernos en todos y cada uno de los ámbitos de la actividad económica, y con una actividad que tiene algo de frenesí en los mercados, financiada con dinero barato que se emplea no para invertir en producción sino para especular en los mercados, -de ahí la debilidad del dólar-, es poco discutible.

El dato del PIB norteamericano con un crecimiento anualizado en el trimestre del 3,5% no fue en sentido estricto una sorpresa, porque está cargado de intervención gubernamental conocida, y ya se sabe que la retirada de alguno de los más importantes dinamizadores del trimestre pasado provocará una recaída en el que ahora estamos. Es fácil encontrar reflexiones a este respecto. Algunos análisis evalúan que hasta el 92% del crecimiento del trimestre es debido a factores cuya incidencia no cabe esperar se repita en el futuro. Y el futuro es ahora. Señalan otros que frente al entusiasta anuncio de economistas y medios de comunicación de que la recesión en EE.UU. ha terminado, casi el 60% de los encuestados por WSJ y NBC manifiestan que la recensión está lejos de haber finalizado, y lo peor es que son unos cuantos más que los que respondían lo mismo en la encuesta de septiembre.

Se dirá para contrarrestar este argumento, y la historia lo atestigua, que los consumidores que son los últimos en sentir la crisis, son también los últimos en reconocer la recuperación, pero en esta ocasión, casi todo lo que hemos venido en denominar brotes verdes, tiene que ver con encuestas, ya sean a consumidores o a empresarios, y no puede servir para lo mismo una cosa y su contraria. O esperamos una próxima mejora de indicadores reales basándonos en indicadores de opinión adelantados, o como parece más normal, el entusiasmo de los más optimistas, se verá diluido al enfrentarnos a las consecuencias del vencimiento de las medidas de apoyo gubernamental. Salvo que nuevas medidas den relevo a las vencidas. La prorroga del Plan 2000E en España va en esta línea, la de mantener lo más viva posible la actividad de consumo hasta que la creación de empleo nos devuelva de nuevo a un círculo virtuoso.

Sin embargo, hay países desarrollados que han comenzado a elevar los tipos de interés. Es el caso de Noruega y Australia. Otros en desarrollo como Brasil, han establecido impuestos a la entrada de capitales para combatir la apreciación indeseada de su divisa. Esto, lo que pone de manifiesto, es que entramos en una nueva fase, que se interpreta de modo diferente según el país, haciendo posible que distintas expectativas sobre los tipos de interés empiecen a abrirse un hueco en los pronósticos, influenciando la marcha de los mercados en general y de divisas en particular. Estos primeros movimientos, típicos en otros tiempos de periodos de transición, todavía tienen efectos modestos en la marcha de los mercados, pero es seguro que van a influenciar de modo decisivo el ambiente que vamos a respirar.


Dice el Presidente del Bundesbank, que los tipos han de subir antes de que se cree empleo. El del BCE parece más sensato. Veremos esta semana que dice la FED. Es de esperar, que lo que unos y otros puedan tener en mente, sea más atajar lo que conduce a burbujas del tipo de la bursátil, que combatir la inexistente presión sobre los precios. Y es que con el actual nivel de deuda, reduciéndose los estímulos, sin empleo y sin créditos, a ver quien es tan estúpido como para creer que es a la inflación a lo que hay que temer.

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