“Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar” Trump dixit. En una serie de tweets en
la mañana del viernes, el presidente norteamericano abrió definitivamente uno
de los frentes más importantes de su mandato. El anuncio de imposición de
tarifas a la importación de acero (25%) y de aluminio (10%), nos retrotrae a
2002 cuando Bush anunció la
imposición de tarifas a la importación de acero -entre el 8% y el 30%- de las
que exceptuó a México y Canadá. Entonces, a pesar de que la OMC
la declaró ilegal y amenazó con fuertes sanciones, las tarifas se mantuvieron
durante 22 meses y solo fueron retiradas cuando la UE amenazó con imponer tarifas a importaciones claves en Estados
donde el presidente podía ver amenazado su respaldo electoral. En esta ocasión,
no hay -al menos inicialmente- países exentos, y dado el menosprecio que la
Administración muestra por las instituciones multilaterales, las amenazas de la
OMC caerán en saco roto, de modo que con toda probabilidad entraremos en una
escalada de que afectará al comercio mundial. La respuesta más inmediata y dura
procede de la UE y en boca del Presidente
de la Comisión, puede tener por objeto inicial productos como motocicletas,
bebidas destiladas y pantalones vaqueros, pero ya se prepara una lista de más
de 100 productos que podrían ser objeto de tarifas a los 90 días de cualquier
acción formal norteamericana. Mientras Canadá -la más afectada- se ha limitado
a calificar el anuncio como inaceptable, aun no hay respuesta de la poco
afectada China. Cabe que la forma
repentina en la que ha estallado el conflicto, haga que sus astutos dirigentes
esperen a que los norteamericanos se cuezan un poco en su propia salsa antes de
dar una respuesta.
Y es que el estallido del presidente se produce en medio de lo que las
crónicas refieren como una guerra civil en la Casa Blanca, donde tanto los líderes de su Consejo Económico como de Seguridad
han mostrado su desacuerdo, que es mucho más manifiesto por parte de su Secretario de Defensa que se ha opuesto
públicamente, pidiendo que cualquier imposición de tarifas excluya a países de
la OTAN como Canadá o Alemania o aliados sensibles como Japón o Corea. Cuando la guerra
civil enfrenta abiertamente al Presidente con los líderes de su Consejo
Económico y de Seguridad, es quizá más sabio esperar. El equilibrio inestable
que se mantenía en la Administración saltaba por los aires tras la salida el
mes pasado del secretario del gabinete
del presidente, y este anuncio vía Twitter
es la manifestación más importante de lo convulso que está resultando el
mandato de Trump. Este aparente comportamiento irresponsable, no es tomado a la
ligera por los mercados, que saben que los anuncios del presidente no dejan de
tener una clara intencionalidad económica producto de una forma mercantilista
de entender las relaciones económicas internacionales. Como ya ocurrió en 2002, los mercados han
respondido con recortes y el dólar
que pretendía sacar cabeza con la excusa del relevo en la FED, vuelve a retroceder. Es solo el principio, de modo que, como
los chinos, vamos a esperar, pero el anuncio abre un periodo donde todos los
agentes del mercado van a revisar sus expectativas. Lo más evidente es serán
revisadas al alza las de inflación,
con ello las de tipos de interés, en
un efecto dominó de consecuencias aventuradas, en las que el dólar no suele
salir bien parado. Al fin y al cabo, la guerra en el Siglo XXI es económica, y el presidente norteamericano acaba de
declararla.
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