Sin
duda para nuestro futuro es mucho más importante que cualquier otra cosa lo que
se está gestando en Cataluña, donde necesariamente los titulares
políticos irán teniendo que compartir cada vez más espacio con los relativos a
las implicaciones económicas. Tan sencillo como recuperar la fórmula del PIB
en su versión de demanda agregada y, recordando el peso en una economía
desarrollada de cada uno de los factores, realizar la propia estimación. Con
las dos grandes partidas, Consumo (C) e Inversión (I), es suficiente, pues
explican el 80/85% del PIB total, de modo que si (I) se congela y (C) decrece,
es fácil deducir que ocurre con el PIB. Lo padece Cataluña en primera
oleada, pero inevitablemente llegará al resto después. No necesita mucha
explicación lo que ocurre en una economía moderna integrada que se especializa
por ramas de actividad y categorías de productos, y si en su día hubimos de
referirnos a lo absolutamente estúpido del planteamiento del actual presidente
de EE.UU. de levantar un muro económico sobre México, principal
proveedor de bienes intermedios de la economía norteamericana, suena aún más
estúpido escuchar llamados al levantamiento de un muro económico sobre
Cataluña, cuando resulta que España en su conjunto es uno de los grandes
suministradores mundiales de bienes intermedios, muchos de los cuales se
ensamblan en las áreas de mayor desarrollo industrial para destinarse tanto al
consumo interno como a la exportación.
Como
las emociones contaminan tanto, mejor recordar lo que solo necesita sentido
común, que no debe de ser abundante, visto lo que está ocurriendo. Sin embargo
miremos el problema de frente y difícilmente concluiremos que esto pueda ir
pronto a mejor, de modo que preparémonos para un largo invierno capaz de
emborronar hasta dejar irreconocibles las previsiones de “moderado efecto
económico” que hasta ahora tanto abundan. Qué horror no vivirá quien reside en
Cataluña cuando lo ve peligrar todo, pero es cuestión de muy poco tiempo que
alcance a todos.
Mucho
menos importante es lo que el jueves va a decidir el BCE, -¡qué tiempos
felices aquellos en los que el BCE era lo más importante!, pero hay que
ocuparse de eso. Brevemente, el mercado ha tenido que ir corrigiéndose a sí
mismo para adaptarse a la creciente y sensata sospecha de que el BCE reducirá
muy pronto las compras mensuales a cambio de efectuarlas durante más tiempo,
algo que augura que los tipos de interés pueden tardar más de lo inicialmente
previsto en subir. Hacerlo de este modo es más una cuestión de falta de
títulos que comprar que de voluntad de no hacerlo, porque apenas queda ya stock
de títulos alemanes y hay que recordar que las compras han de estar en
proporción al peso de cada país en el BCE. Difícilmente no responderá el BCE a
estas expectativas porque lo de Cataluña aún no ha alcanzado el grado de
generación de incertidumbre suficiente como para que el BCE lo incorpore
abiertamente es sus decisiones de política monetaria. El efecto sobre el euro
seguirá siendo el de moderar el entusiasmo del que ha gozado desde mayo, pero
para revertirlo, va a hacer falta algo más. Al final de la semana las noticias
que venían del Senado norteamericano hacían soñar con que esta vez sería
posible activar el Plan de estímulo fiscal que tanto juego dio en los
mercados en la época del reflation trade. Además, es
posible que en apenas 15 días se despeje la duda de quién va a Presidir la Reserva
Federal. Por este orden de probabilidad recuerde estos nombres: Powell,
Yellen y Taylor.
Los dos primeros muy parecidos y este último, autor de la famosa Regla de
Taylor, mucho más proclive a subir los tipos, si hace honor a tal Regla. No
obstante, de Trump, esperamos cualquier cosa.
n La Autoridad Fiscal Independiente cree que la crisis
catalana puede restar 1,2 puntos al PIB en 2018
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