Habla el Presidente de un ahorro neto, en un horizonte de dos años y medio, de 65.000 millones de euros cuando cuantifica el impacto de las medidas de recorte de gasto y de subida de impuestos. Me cuesta cuadrar una cifra así a dos años y medio, y más con la premura que exige una reflexión de primer impacto. Pero cuando los ciudadanos prestamos atención al discurso político, no lo hacemos porque esperemos que nos sorprendan con cifras de ahorro. Ni estoy mejor porque no sean 75.000 millones, ni peor porque esperase 55.000 millones. La cifra me da igual. Los españoles no esperamos cifras. Esperamos que a cambio de sacrificio nos devuelvan esperanza. Queremos saber hacia donde nos dirigimos, donde queremos llegar y que estrategia nos proponen para alcanzar ese objetivo.
Desafortunadamente no iba de esto la comparecencia del Presidente. Iba de salvar al euro, y hoy, ese objetivo, que va ganando cada vez más en abstracción, es todavía talismán y sirve para despachar la necesidad de hacer nuevos sacrificios. Por la irreversibilidad del euro. No sabemos el recorrido que le queda al euro, pero el Presidente ha asumido en su discurso que tras el Consejo Europeo de fin de junio, Europa sabe ya donde quiere llegar, y aunque reconoce desconocer lo largo del camino, dice estar determinado a recorrerlo. No hemos visto en su discurso cómo. Solo una lista larga de medidas necesarias, que no le gustan.
La sensación que me queda es que todavía he de esperar al momento en que cumpla lo que anunciaba hace unos días. “En julio habrá reformas importantes. No queda más remedio” Seguiremos esperando.
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