Después de 30 meses de crisis soberana en Europa, de lo decidido en este último Consejo Europeo, y de asistir a la entusiasta reacción de los mercados en las 24 horas siguientes, es lógico que mucho de lo que se haya reflexionado el fin de semana, tenga que ver con tratar de dar respuesta a la pregunta de si finalmente se ha encontrado la forma de invertir la dinámica de destrucción que seguía a cada enésima cumbre supuestamente “definitiva”. ¿Será esta la buena? ¿Puede servir para inducir cambios más profundos que el de la superficial opinión? ¿Qué tiene por objeto? ¿Qué implica para mi y para mi empresa?
Utiliza la sociología el concepto de base cognitiva. Es el equipaje conceptual con el que se transita por opiniones, actitudes y valores. Si la base cognitiva es errónea, corremos el riesgo de dar más importancia de lo debido a simples opiniones, y peor, podemos concluir de forma equivocada y, por tanto, fallar en nuestra buena intención de decidir lo que debe o no debe hacerse. La tarea de un buen analista ha de ser, por tanto, asegurar una buena base cognitiva, de modo que sea capaz de reducir el riesgo de conclusiones equivocadas basadas en interpretar lo que en la mayoría de los casos son simples cambios de opinión. Los mercados han reaccionado con mucha fuerza. Han superado incluso la reacción que tuvieron ante el anuncio de la inyección de liquidez a tres años del BCE al sistema financiero, algo que algunos banqueros calificaron entonces como una vida extra de tres años.
Mi impresión es que estamos ante un cambio nuclear, poderoso, de esos que acaban por cambiar valores. Como consecuencia será lento, pero también tendrá un enorme alcance. Tan importantes son sus implicaciones, que el natural temor es que no pueda llegar a llenarse de contenido, de modo que lo anunciado se quede como una cáscara vacía. Pero este miedo es hoy solo una de las posibles y en potencia cambiantes opiniones. Que se llene o no, y por lo tanto de si el euro ha doblado definitivamente la esquina de la calle que lo conducía al precipicio, va a depender de la capacidad de los líderes europeos del norte y del sur de cambiar aquella parte del equipaje conceptual que sus respectivas opiniones públicas tienen sobre lo que lo anunciado el viernes, significa. Para nosotros, aparentemente más proclives a aceptar lo que significa “Más Europa”, el cambio vendrá de ajustarnos a lo que las opiniones públicas del norte esperan del estado del bienestar, que no es otra cosa que una especie de equilibrio entre lo que el Estado puede ofrecer y los individuos demandar. Ese es el gran ajuste que nuestra sociedad acaba de aceptar con el acuerdo. Está por ver que quiera hacerse, entenderse, y sobre todo que se sepa explicarlo.
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