Por algún motivo que solo puede estar relacionado con la abundancia de liquidez, la crisis de los países árabes, al menos por el momento, no está suponiendo beneficio alguno para el dólar, que por el contrario se ve poco a poco arrastrado a la baja, incluso contra el euro. Curioso cuando menos, porque por otra parte es difícil imaginar que conjunto de factores de todo orden podían concitar mayor desconfianza sobre el euro de los que ahora se dan, y sin embargo, entregados a una explicación más relacionada con la alquimia que siempre me parece el análisis técnico, vivimos la persistente apreciación del euro frente al dólar como algo que hay que asumir a pesar de no encontrar demasiados argumentos en los análisis propios, y desesperar un poco en encontrar alguna clave en los ajenos.
Con ese fondo, esta semana tenemos reunión del BCE, de esas en las que revisa su política monetaria; y como los últimos mensajes han sido de advertencia frente a la inflación, hasta el jueves va a ser un descontar creciente en las apuestas de que se va a ser menos condescendiente. Basta referir lo declarado por su vicepresidente que habla de extremada alerta sobre las expectativas de inflación, y la disposición del organismo a adoptar políticas preventivas. A veces parece que el BCE quiera aparentar una normalidad solo comparable a la que había antes de que allá por septiembre de 2008 un banco norteamericano quebrase, y quiera trasladarnos con sus discursos de ortodoxia monetaria a un pasado, ahora ficción, en el que la única preocupación era mantener la inflación por debajo del 2%. Quizá quieran el jueves insistir en lo mismo y cabe que incluso la amenaza de supuesta ortodoxia tenga compradores, y los tipos de interés repunten más, y con ellos el euro. Pues si es así, habrá que conformarse, y limitarse a asistir a como los mercados compran en su propio interés esa mercancía. Ahora bien, de aceptar lo impuesto por la fuerza a sumarse a los compradores, hay una distancia siquiera moral, que solo se pone de manifiesto cuando lo inconsistente acaba por caer. Claro que puede tardar, y mientras tanto hay que sobrevivir en la inconsistencia. Pero al menos, que a usted, no le de vergüenza ajena en el futuro el leer aquí que esto que esta ocurriendo en Europa ya se veía venir. ¿Y por que no lo decías? Preguntará. Lo decía, podremos responder. Pero por el camino hay que comer y estar vivos para llegar a ver el momento de la revelación, donde todo el mundo cae en la cuenta de los terribles dictadores que teníamos como vecinos en el Mediterráneo.
Acaba de elegir Irlanda. Imposible que salga del agujero si ha de atender a lo exigido por la asistencia internacional. Lo mismo Grecia, pero eso ya se sabe. El BCE y la UE quieren que de reestructuración de deuda (término dulce de quiebra) no se hable. Vaya si se hablará. Lo que no sé aún, es cuando. Para ello, veamos cuanto de valientes se sienten los irlandeses, porque España no es Grecia, pero Irlanda tampoco. Y en esto de renegociar, todo está en empezar.
Con ese fondo, esta semana tenemos reunión del BCE, de esas en las que revisa su política monetaria; y como los últimos mensajes han sido de advertencia frente a la inflación, hasta el jueves va a ser un descontar creciente en las apuestas de que se va a ser menos condescendiente. Basta referir lo declarado por su vicepresidente que habla de extremada alerta sobre las expectativas de inflación, y la disposición del organismo a adoptar políticas preventivas. A veces parece que el BCE quiera aparentar una normalidad solo comparable a la que había antes de que allá por septiembre de 2008 un banco norteamericano quebrase, y quiera trasladarnos con sus discursos de ortodoxia monetaria a un pasado, ahora ficción, en el que la única preocupación era mantener la inflación por debajo del 2%. Quizá quieran el jueves insistir en lo mismo y cabe que incluso la amenaza de supuesta ortodoxia tenga compradores, y los tipos de interés repunten más, y con ellos el euro. Pues si es así, habrá que conformarse, y limitarse a asistir a como los mercados compran en su propio interés esa mercancía. Ahora bien, de aceptar lo impuesto por la fuerza a sumarse a los compradores, hay una distancia siquiera moral, que solo se pone de manifiesto cuando lo inconsistente acaba por caer. Claro que puede tardar, y mientras tanto hay que sobrevivir en la inconsistencia. Pero al menos, que a usted, no le de vergüenza ajena en el futuro el leer aquí que esto que esta ocurriendo en Europa ya se veía venir. ¿Y por que no lo decías? Preguntará. Lo decía, podremos responder. Pero por el camino hay que comer y estar vivos para llegar a ver el momento de la revelación, donde todo el mundo cae en la cuenta de los terribles dictadores que teníamos como vecinos en el Mediterráneo.
Acaba de elegir Irlanda. Imposible que salga del agujero si ha de atender a lo exigido por la asistencia internacional. Lo mismo Grecia, pero eso ya se sabe. El BCE y la UE quieren que de reestructuración de deuda (término dulce de quiebra) no se hable. Vaya si se hablará. Lo que no sé aún, es cuando. Para ello, veamos cuanto de valientes se sienten los irlandeses, porque España no es Grecia, pero Irlanda tampoco. Y en esto de renegociar, todo está en empezar.