En tiempos donde la financiación empresarial no es asunto fácil, hay oportunidad para nuevas y buenas ideas, aunque también para aparentes soluciones mágicas, que por lo inverosímil, deben de ser tratadas con extrema cautela. Alguna de ellas ha hecho aparición en nuestros radares, y si lo merece, aquí la comentaremos.
No
es precisa tanta prevención en un asunto de la importancia de Pescanova, que merecía ayer la portada
digital del diario Expansión, apuntando lo que ya era una sospecha, y es que la
compañía había entrado en una dinámica de emisión de facturas falsas que ha contribuido a desembocar en
su actual crisis. No es un invento nuevo esto de descontar facturas
inexistentes, pero si la escala y en el que afecte a una compañía cotizada. En
el mercado internacional de financiación, el caso Pescanova, bautizado como el
ENRON español, ha provocado estupor por
lo que supone de poner de manifiesto los fallos del sistema, desde la auditora al supervisor,
pasando por las propias entidades de crédito.
Cuando en el curso de nuestro
trabajo acudimos a una reunión con algún banco internacional para proponer su
participación en el tipo de soluciones de factorización
sindicada que estamos promoviendo, el caso Pescanova aparece como una de
esas preguntas sin respuesta que surgen al final del encuentro y que arrojan
una sombra de duda más sobre la fiabilidad de España y lo español. Se empeña el
Ministro de Economía en destacar los méritos del primer superávit comercial, pero bien haría el Gobierno no en felicitarse
de los resultados del esfuerzo de las empresas, sino en aplicarse en solucionar
los agujeros que permiten casos como Pescanova,
las preferentes, o las cláusulas suelo, que a pesar de lo que parezca
por la reciente sentencia del Supremo,
ponen de manifiesto que no es precisamente el libre mercado el mal por el que
penamos.
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