Llegados a las fechas próximas a final del año, es
tiempo de balances y promesas de año nuevo, y mientras los gestores de
inversión tienden a vanagloriarse de sus resultados como si la vida de los
mercados respondiese a circunstancias normales, es decir como si lo que
ocurriese en la economía fuese consecuencia del equilibrio y la confluencia de
las decisiones de los distintos agentes económicos, lo cierto es que lo que
acontece responde más a la superabundancia
de liquidez que deriva de una complicada mezcla de factores cuyas
consecuencias a medio plazo no son nada fáciles de evaluar. Lo que caracteriza esta
mezcla es la hiperactuación de los bancos centrales por un lado y la hipertrofia de los poderes políticos por
otra, lo que da como resultado una situación de incierto desenlace. Como se diría en ciencia médica, estamos
sometidos a una terapia intensiva de tratamiento sintomático, dada la carencia
de un tratamiento etiológico, es decir, que como no sabemos como tratar las
causas, lo que se tratan son los síntomas.
El
caso es que en los últimos días estamos asistiendo a lo que parece el anuncio de un recrudecimiento de
tratamiento sintomático, algo que en si mismo no es nuevo. Lo sabemos por la
serie de números que acompañan a las QE de la Reserva Federal.
Lejos discutir si lo anunciado la semana pasada es la QE4 o
la QE5, lo verdaderamente trascendente de la decisión de la Reserva Federal es
que el objetivo que impone a tal tratamiento es el de sanar al paciente. Lo manifiesta cuando dice que mantendrá su
política mientras la tasa de desempleo no baje de un determinado nivel.
Es un cambio
muy importante, en mi criterio el mayor desde que los bancos centrales
decidieron monetizar deuda de forma más o menos discreta. ¿Cómo
es que un banco central se impone objetivos no monetarios como la tasa de
desempleo y lo hace a sabiendas de que
solo cuenta con analgésicos? En una línea que corre paralela aunque unos
pasos por detrás, puede estar trabajándose en el Banco de Inglaterra donde se
habla de establecer objetivos de crecimiento del PIB nominal, y veremos en las
próximas semanas que pasa con los bancos centrales como el de Japón (ahí
tenemos como muestra la fuerte pérdida de valor del yen en las últimas semanas)
que puede verse pronto sometido a la presión del nuevo gobierno japonés (retorna
al poder el LPD tras un paréntesis de tres años), o como el Banco Central de
Suiza cuyo gobernador ha insistido en que hará sin dudar todo lo que sea
preciso para que su moneda no supere la referencia de 1,20 frente al euro. Además de los tipos de interés, y diversas
formas de monetización de deuda, los bancos centrales que dispones de ello tienen
una herramienta extremadamente poderosa. Actúan con ella de forma más discreta,
porque básicamente consiste en un método de robar crecimiento al contrario. Es el tipo de cambio. Cuando los bancos
centrales hacen algo tan novedosamente impropio como fijarse objetivos que no
les corresponden, sino que son políticas que deben ejecutar los gobiernos, es
que estamos muy cerca de que se desencadene una nueva guerra. Es posible
que se acerque una guerra de divisas.
¿Y cual es el ejército peor preparado? €s€
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario