Prefiero escribir esto antes de conocer el resultado de las elecciones en Grecia por un ejercicio de higiene mental, simplemente para no dejarme influir a partir de las 10 de la noche del entusiasmo o de la depresión que se deduzca de los resultados de un país que representa el 3% del PIB de la eurozona.
Seguro que ha tenido oportunidad de escuchar testimonios de personas golpeadas por la crisis una frase que se ha convertido en algo frecuente para muchos y en una seria amenaza para los demás: “Nunca imaginé que llegaría a encontrarme en una situación así”. Perdón por la comparación, pero nunca imagine que Grecia fuese a ser el talón de Aquiles del euro hasta el extremo que parece que todos hemos aceptado que sea. Porque las cosas que no son lógicas no son en las que más amenazas vemos, no puedo dejar de asombrarme de que estemos como estamos, aunque lo de Grecia salga bien, que no saldrá.
No entiendo como quienes miraron durante años hacia otra parte frente a las mentiras estadísticas griegas porque consideraron que un 3% no era relevante, han dejado que la situación llegase al extremo de que la Canciller alemana ya no sea siquiera capaz de diferenciar y manifieste que un país como España, que venia reduciendo sustancialmente su deuda pública y manteniendo un práctico equilibrio fiscal desde el mismo inicio del euro y hasta el estallido de la crisis, está así a consecuencia de una década de derroche. Ni siquiera los que creemos que la economía española necesita un considerable redimensionamiento de su sector público, y un cambio profundo en los mecanismos que regulan el funcionamiento del mercado de factores, podemos comprar esa averiada mercancía alemana. Ni imaginé que Grecia podría dar para tanto, y después de lo visto esta última semana, estoy empezando a descubrir que tampoco imaginé que Alemania fuese a dar para tan poco. Me refiero a las declaraciones del jueves de la Canciller alemana, y a lo que ha rodeado al llamado rescate europeo del sistema financiero español, lleno de inconcreciones y plagado de una confusión que desde el lunes me deja perplejo.
Que un país del tamaño de España, o de Italia, y a no tardar demasiado Francia, sin moneda propia, y por tanto sin capacidad de recurrir a su banco central para frenar el pánico bancario, no se vea asistido por mecanismos existentes ya probados con éxito en esta crisis por otros países, solo porque Alemania mezcla grecias con españas y no quiere o no sabe decidir lo que le conviene, incrementa en mucho mi preocupación. Si Alemania ha alcanzado su límite, habrá que preguntarse a que límite se refiere la Canciller, porque como se refiera al de asumir riesgos políticos, ya podemos ir dando el euro por liquidado.
O al BCE se le permite ya, hacer directa y abiertamente lo que está haciendo a medias y a escondidas –la trampa que llaman back-door bazooka-, e imitan lo que han hecho y están haciendo británicos, norteamericanos y japoneses, es decir lo de siempre, que es monetizar deuda para dar respaldo a los estados soberanos y al sistema financiero y frenar así la huida de capitales, o pronto serán muchos en Europa los que dirán “nunca imaginé…” Mi reducto de esperanza no está en Grecia, todo lo más, en Méjico.
Excelente articulo y excelente video. Gracias Asimetrico
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