La conclusión más participada es que afrontamos un periodo de fuerte contracción económica que ya se manifiesta en muchas áreas de actividad, incluso en las relacionadas con bienes de consumo básico. La segunda es que hay una parte de la clase dirigente que no acaba de desprenderse de los prejuicios sobre la culpabilidad y origen de la crisis, y encerrados en ese debate apenas han dedicado tiempo a trabajar en los mecanismos de salida. Lo reconocía el jueves en público el Gobernador del Banco de España. La tercera, consecuencia de lo anterior, es que se desconoce cual es la receta que ha de aplicarse. La cuarta, que van a producirse cambios de magnitud en el orden europeo hasta ahora conocido y que han de afectar necesariamente al euro. Una quinta, que sitúa en el eje franco alemán y particularmente en la canciller alemana, el núcleo donde tendrá lugar la explosión que libere la energía para el nuevo orden. La sexta, que los activos que actúan ahora como refugio, pueden comportarse de modo extraordinariamente diferente si llega el momento en el que tenga lugar un evento catalizador. La séptima, que el sistema financiero está paralizado y precisa de una asistencia masiva para que pueda volver a ejercer su normal desempeño. La octava, que el bien mayor a preservar es la liquidez y el acceso a la misma. La novena, que empieza a emerger el temor a la inflación generada por las políticas de monetización existentes. Y la décima, que no hay ningún lugar 100% seguro en el que protegerse. Tampoco en el dólar, por el que las apuestas son alcistas solo temporalmente. Esta semana nos dirá cuanto.
Mi opinión es que habrá más monetización europea en el seno de un modelo de disciplina fiscal que impondrá Alemania; que España precisará alguna forma de asistencia, pero que estará en lo que surja como núcleo duro de la nueva Europa, y que definitivamente de 2012 saldremos con una perspectiva bastante mejor que con la que entraremos.
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