La semana pasada, el Banco de Inglaterra tomaba la decisión de no ir más allá en su política de relajación cuantitativa. ¿Y eso que significa? Que levanta la mano del botón de la máquina de fabricar billetes. Desde que comenzó esta política en enero de 2009 fijando una determinada cantidad, fue incrementándola paulatinamente hasta llegar a la cifra en la que ha decidido pararse, una cifra que equivale al 14,3% de su PIB. Pocos días antes, con el anuncio de un leve crecimiento en el cuarto trimestre de 2009, Reino Unido ponía fin a seis trimestres consecutivos de contracción. El tipo de cambio llegó a depreciarse con el euro más de un 25% en apenas 10 semanas, y aunque ahora ha recuperado una parte de ese fuerte ajuste, aún está frente al euro más de un 13% por debajo de los valores medios de 2008 previos al estallido de la crisis con la quiebra de Lehman. Desde los máximos de julio de 2007, el tipo de cambio de la libra frente al sintético de sus principales socios comerciales, ha perdido un 22%.
Su sistema financiero, que antes de la crisis generaba alrededor del 25% de todos los impuestos empresariales, y que supone alrededor de un 8% del PIB, es ahora en gran parte propiedad estatal. Su déficit fiscal está en el 12%, mientras que su deuda pública, alcanzará el 90% del PIB en 2014-2015. Por si fuera poco, afronta la cercanía de un proceso electoral, y sobre su industria financiera pesa la amenaza de más regulación, incrementando el atractivo de destinos alternativos. Todo ello sin olvidar las consecuencias de la burbuja inmobiliaria. Según el BIS, los precios de la vivienda subieron de media cerca de un 15% anual en el periodo 2002-2006, (un 18,4% en España).
Pues bien, a pesar de todo, hay que señalar que la decisión del Banco de Inglaterra sirve para visualizar lo que los mercados consideran, -y así lo refuerza con su comportamiento el Banco de Inglaterra-, y es que para la economía británica hay un punto y aparte reforzado por el abandono formal del periodo de recesión, pero ¿quedan atrás los problemas? Es evidente que no.
Así las cosas, resulta fácil la comparación con España. Claro que aquí no ha habido posibilidad de recurso a la devaluación, el sistema financiero está por reestructurar y nuestro mercado de trabajo precisa de una reforma en profundidad. Es decir, que disfrutado lo bueno del euro, sistema que según muchos fue concebido para etapas de prosperidad, toca ahora probar que ocurre en etapa de adversidad.
Este es uno de los aspectos críticos de nuestra situación que el Gobierno se niega a aceptar. Se confunde en la comparación y considera “que no estamos tan mal”. No cae en la cuenta de que nuestro problema tiene que ver no solo con lo que somos y como estamos, sino también con lo que representamos, y no es otra cosa que la posibilidad de que un sistema de moneda única, concebido para una época de prosperidad, pueda tener defectos en su concepción, magnificados por las asimetrías acumuladas durante los 10 años de prosperidad. Un sistema que no dispone de válvulas de ajuste similares a las que por ejemplo tiene EE.UU. donde la existencia de un Gobierno Federal permite tomar medidas paliativas sea cual sea la situación de un Estado.
El problema de la economía española es que su tamaño la convierte en un gigante que al amenazar con perder la verticalidad, amenaza al sistema en su conjunto. Quizá no Grecia, pero para el sistema de moneda única, es seguro que nuestro tamaño, si importa.
Jose Manuel
ResponderEliminarQué grande eres!