Escribía el editorialista del diario económico francés Les Echos que la campaña electoral ha sido decepcionante “dadas las crisis inauditas que vivimos: crisis económica gravísima, crisis financiera existencial, desempleo aterrador, crisis europea cuya salida no logramos ver”. Es en estas circunstancias, continuaba, donde lejos de constatar la dureza de los tiempos y admitir un poco de humildad, “Francia vuelve a entonar el credo de su excepción”. Quizá nos parezca exagerado desde la perspectiva española, pero Francia, que se mira de reojo en el espejo alemán, ha visto como su superávit comercial del 1% del PIB en el año 2000, es ahora un déficit del 4,2%. Con Alemania, su déficit de 5.000 millones en 2001 es ahora de 27.000 millones, y su sector industrial constata desde entonces una contracción de su producción del 5,4%. La exposición de su sector financiero a las economías periféricas es el mayor de los países centrales con 475.000 millones según recientes estimaciones, 150.000 más que Alemania. Alrededor del 30% de su empleo está en el sector público comparado con el 23% de promedio de la UE, y es este sector el que explica el 56% de su PIB frente a un promedio de 43% de los países de la OCDE.
Si las diferencias entre Francia y Alemania continúan ampliándose, los incentivos del próximo presidente para asumir las tesis de austeridad alemanas serán cada vez menores. Solo la dependencia de Alemania para sostener la arquitectura que da consistencia a la UE y que limita al contagio a Francia de los problemas que han aflorado en la periferia, mantendrá al nuevo presidente advertido de una confrontación abierta con los alemanes. Sin embargo, cuanto más insista Alemania en la defensa de la austeridad como principal mecanismo, más probable es que el nuevo presidente acabe por defender una política enfrentada a la alemana. La diferencia estará en los tiempos. Si el próximo presidente, es el candidato socialista, la confrontación será más rápida. Entonces el euro va a tener que cotizar una nueva forma de concebir la UE. Hasta la fecha solo ha respirado la disciplina llamada Merkosy.